El Grullo, Jal
El desastre ambiental que marcó a la cuenca Ayuquila-Manantlán
En febrero de 1992, una lluvia intensa en la cuenca del río Ayuquila desbordó su cauce, la corriente descendió desde las laderas de Manantlán arrastrando troncos, tierra y, con ellos, el basurero municipal de El Grullo. Toneladas de residuos se esparcieron río abajo, dejando a su paso un olor agrio y una lección que la región nunca olvidaría.
Un sistema de residuos vulnerable y sin planeación urbana
El desastre evidenció la vulnerabilidad del sistema de disposición de residuos y la falta de planeación urbana. El tiradero, ubicado en una zona sin protección, permitió que toneladas de desechos domésticos e industriales contaminaran el cauce y provocaran daños ecológicos y sanitarios. Las descargas del Ingenio Melchor Ocampo agravaron el deterioro del río y de la fauna ribereña.
La respuesta académica y comunitaria tras la emergencia
La crisis detonó una respuesta técnica y pedagógica. Un grupo de investigadores, maestros y vecinos vinculados a la Estación Científica Las Joyas y al Departamento de Ecología y Recursos Naturales del Centro Universitario de la Costa Sur transformó el evento en material de aprendizaje.
La maqueta de 1995: un modelo para entender la cuenca
En 1995 desarrollaron una maqueta tridimensional de la cuenca Ayuquila-Manantlán. El modelo explicaba la relación entre las partes altas y bajas, el ciclo del agua y las fuentes de contaminación. Se utilizó en ferias agrícolas, escuelas y exposiciones públicas. Introdujo la noción de cuenca como unidad ecológica interdependiente y generó comprensión territorial, explica Salvador García Ruvalcaba, investigador jubilado del Centro Universitario de la Costa Sur.
“Desde 1992 trabajamos con los grupos organizados de escolares, y también con la visita de los alumnos del seminario, que desde 1990 llevaban un curso de educación ambiental. Ese curso lo impartió durante dos años el Dr. Eduardo Santana, y luego yo lo heredé —en el buen sentido— para continuar no solo con el curso de ecología, sino también con el de educación ambiental.
Este curso se impartió durante 33 años y permitió que muchos de esos seminaristas, ya convertidos en sacerdotes en los diferentes municipios, se volvieran actores de cambio. Fueron muy importantes para dar seguimiento a la agenda ambiental y para involucrar también a las comunidades".
Un cambio en la educación ambiental de la región
El episodio transformó la manera en que la región comprendía su entorno. Después de 1992, la educación ambiental dejó de ser un tema marginal y comenzó a tomar forma en campañas, talleres y materiales producidos por docentes, técnicos y vecinos vinculados al CUCSur, sentando las bases de las Juntas Intermunicipales de medio ambiente.
“Esta es una casa que pretende despertar la conciencia de niños, jóvenes y adultos, para que exista una transformación tanto individual como colectiva. Aquí hablamos de cambio climático, de pérdida de biodiversidad y de los estragos que están padeciendo muchos países y muchas personas que incluso tienen que emigrar por estos efectos.
Y este módulo, ¿qué nos informa? Precisamente nos habla de que la basura sí tiene solución. Por eso decimos que detrás de todo lo que nos afecta están causas como la ignorancia, la falta de educación ambiental, los malos hábitos, la flojera, la irresponsabilidad. De eso trata.
Y las consecuencias de todo esto son, justamente, lo que estamos viviendo en el presente”.
Durante años, esa red de trabajo ambiental se sostuvo sin sede fija: exposiciones itinerantes, visitas a escuelas, charlas en ayuntamientos y ferias regionales donde se hablaba de reciclaje, compostaje y conservación de cuencas.
Nace el Centro CASA: continuidad de un proceso de largo aliento
Tres décadas después de aquel desastre y tras una vida dedicada a enseñar desde el territorio, la jubilación del maestro Salvador García Rubalcaba dio lugar a una nueva etapa: la creación del Centro de Aprendizaje para la Sostenibilidad Aplicada (CASA), en El Grullo.
El espacio no surgió como un proyecto nuevo, sino como la continuidad natural de un proceso de largo aliento. CASA reúne la experiencia acumulada en esos recorridos, sistematiza el conocimiento generado por docentes y vecinos, y convierte la práctica comunitaria en un laboratorio permanente de sostenibilidad.
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