Los empresarios inmobiliarios se convirtieron en un poder fáctico que se ha colocado por encima del estado. Y por privilegiar la ganancia por encima de modelos de ciudad sustentable han generado una polarización del mercado en la que no hay vivienda para clase media, sino casas desechables de 250 mil pesos y suntuosos departamentos de tres millones de pesos.

Esto concluyeron ponentes del Foro “Metrópolis Abiertas” en el que se abordó el fenómeno de los “Efectos de la Construcción de Condominios en la Zona Metropolitana de Guadalajara” y que fue organizado por el Congreso del Estado.

Y es que en este modelo de urbanización agresiva y excluyente no hay punto medio, explicó Luis Felipe Cabrales Barajas,  doctor en Geografía y Ordenación Territorial de la Universidad Complutense de Madrid.

“Una cosa que creo que es importante en este foro es que discutamos la legislación. Es un modelo urbano que no está reconocido en la legislación, y paradójicamente ha monopolizado el mercado residencial para las clases de mayor solvencia. Pero esto ha trasminado a las clases populares”, expuso el investigador.

Recordó que en 1984 se reformó el artículo 115 de la Constitución con lo que los municipios obtuvieron autonomía para decidir el desarrollo urbano; además de que la reforma de 1992 al artículo 27 constitucional liberalizó los ejidos y generó suelo barato. Esto fue el caldo de cultivo para la distorsión urbana.

El geógrafo alemán Bernard Pfannestein, quien es asesor del Instituto Metropolitano de Planeación de Guadalajara y realiza un estudio sobre el crecimiento desordenado de la mancha urbana, dijo que este modelo alienta la segregación entre clases sociales, debido a que “los cotos son un proceso de los tomadores de decisiones para aislarse. Pero al otro lado tenemos también una ciudad marginada. Eso también es segregación”.

Entre las cifras que aportaron los especialistas, comentaron que Zapopan tiene 30 por ciento de tasa de crecimiento en su urbanización cerrada, y citaron tragedias urbanas como la de Tlajomulco de Zúñiga, donde existen hasta  20 mil viviendas aisladas sin ningún tipo de servicio.