Prisciliano Jarero Alatorre, otra historia de despojo del Aeropuerto de Guadalajara




Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco

Detrás del Aeropuerto Internacional de Guadalajara, Miguel Hidalgo,  símbolo de la modernidad de la capital de Jalisco, hay varias historias de despojo. Las más conocidas afectaron a los ejidos  El Zapote, Toluquilla, Santa Cruz del Valle y San José, pero también se perjudicó a un particular, a  José Prisciliano Jarero Alatorre, quien puede documentar que no ha recibido un "centavo" por 16 hectáreas expropiadas en medio de anomalías. 

Después de 50 años, este hombre aseguró  que  se deshizo de otras propiedades para seguir en la lucha y que aún no pierde las esperanzas de recibir un pago justo por los predios, que le arrebataron.

La historia de José Prisciliano Jarero Alatorre comenzó en 1966, cuando el entonces gobernador Francisco Medina Ascencio vio la necesidad de convertir el campo aéreo Las Ánimas en un Aeropuerto Internacional.

En aquel tiempo, Jarero Alatorre las había heredado de su padre, el urbanista Atanasio Jarero la Granja Asturias, la cual se compró con el dinero obtenido de la venta de lo que hoy se conoce como Los Belenes. 

Esas 200 hectáreas, las  fraccionó y urbanizó para asentar un fraccionamiento residencial campestre, pero antes de ver cristalizado su proyecto, con engaños tuvo que vender al Instituto de Pensiones del Estado (Ipejal) por 33 centavos el metro cuadrado.

José Prisciliano Jarero escrituró a Pensiones del Estado,  a cambio le dieron un cheque de 100 mil pesos, que sólo vio por minutos. Lo tuvo que regresar para el pago de las escrituras, con la promesa de que volvería a él. A la fecha no ha ocurrido.

Años después, parte de esa extensión territorial fue expropiada a Pensiones del Estado bajo las mismas condiciones que a todos.

Ese no es el único despojo del que ha sido objeto José Prisciliano Jarero Alatorre. En 1967 y 1968 le expropiaron otros terrenos y a la fecha continúan las invasiones del concesionario del Aeropuerto Internacional de Guadalajara. 

El hombre de 84 años señaló que ya no puede hacer nada por las 200 hectáreas que vendió a Pensiones del Estado por un cheque que únicamente vio pasar de una mano a otra,  pero sí por 16 hectáreas expropiadas irregularmente, de las que no hay testimonio alguno de pago.