Mario Mendoza explora el caos y la fragilidad humana en Vírgenes y toxicómanos
Foto: Héctor Navarro




Guadalajara, Jalisco. 

El escritor colombiano Mario Mendoza presenta  su más reciente novela, "Vírgenes y toxicómanos", una obra que se adentra en territorios inexplorados de su literatura y que, en palabras del propio autor, es “el libro más raro y extraño al que me he enfrentado”.

  • La obra sitúa al lector en un universo narrativo donde los límites entre lo real y lo delirante se desdibujan.

El protagonista, Anton Echeverry, es un padre dedicado y defensor de los derechos humanos que enfrenta una crisis devastadora tras la muerte de su esposa en circunstancias enigmáticas.

El único sostén que encuentra es su hijo Martín, un joven brillante que estudia Sociología y cuya movilidad se redujo a raíz de un accidente.

 La relación entre ambos se convierte en el centro de la historia, sobre todo cuando Anton descubre que Martín y su mejor amigo se describen como “la tristeza de Dios”. Esa confesión lleva al padre a emprender un plan insólito que trastocará sus vidas de forma irreversible.

Mendoza sostiene que esta novela surge de un proceso de búsqueda estética y de reflexión sobre la manera en que narramos las ciudades latinoamericanas. 

"Para mí venir a México es un enorme placer porque siempre he sentido un vínculo profundo con su literatura.

Leer a autores como Elmer Mendoza o Paco Ignacio Taibo fue decisivo para entender que la nueva narrativa latinoamericana debía retratar la desmesura de nuestras ciudades tercermundistas. Hoy, si quieres ser verdaderamente actual, no te vas a París ni a Nueva York, sino a Bogotá, Ciudad de México o Lima.

Vírgenes y toxicómanos justamente intenta mostrar ese caos".

El autor explica que su decisión de explorar esta frontera entre lo real y lo delirante está relacionada con su necesidad de escapar de la rigidez académica

 “Yo vengo de la academia y fui profesor durante muchos años, pero llegó un momento en que la escritura académica me parecía acartonada, con demasiadas camisas de fuerza. Si quería ser verdaderamente creativo debía desmarcarme del canon”.

  • En este proceso encontró en las formas populares una alternativa fértil: el cómic, la novela gráfica, el rap, el hip-hop o incluso el melodrama. 

"Esos lenguajes me atraen profundamente y los he ido incorporando poco a poco. Creo que Vírgenes y toxicómanos es una escritura caleidoscópica que viaja por diferentes registros, alejándose de lo rígido, de esos textos que parecen no poder moverse hacia ningún lado".

Uno de los ejes centrales de la novela es la representación de la discapacidad a través de Martín y su amigo universitario. Para lograrlo, Mendoza se apoyó en una investigación que incluyó el documental Crip Camp: A Disability Revolution, producido por Michelle Obama.

 “Descubrí que existía un movimiento poderosísimo en Estados Unidos, equiparable al de los derechos civiles o al feminismo, pero que muy poca gente tiene registrado. Esa lucha logró poner contra las cuerdas a las instituciones más poderosas para exigir cambios constitucionales. Comprender esa fuerza me ayudó a construir los personajes”

  • El autor también quiso cuestionar la forma en que se entiende la virginidad.

"Cuando se habla de vírgenes en español, de inmediato pensamos en mujeres. Pero me interesaba aplicar esa palabra a la masculinidad.

La virginidad masculina también arrastra conflictos, dramas y silencios que casi nunca se abordan. Por eso era importante que mis personajes hablaran de ello"-

La trayectoria de Mendoza ha estado marcada por la constante adaptación de sus obras a otros formatos. Su novela Satanás, inspirada en la masacre de Pozzeto en Bogotá en 1986, fue llevada al cine con la actuación de Damián Alcázar.

Más recientemente, ha trabajado en producciones para Amazon Prime como Los Iniciados y Diario de las Sombras, además de la próxima serie de Netflix Estado de fuga 1986, que se estrenará en diciembre.

  • El escritor reconoce que disfruta el diálogo con cineastas y guionistas, siempre que exista un acuerdo creativo. 

"Una adaptación no debe ser literal ni estricta con el texto. Es un mundo distinto que debe construirse en torno a una atmósfera compartida. No tiene sentido compararla con el libro porque son propósitos estéticos diferentes”.

 A diferencia de otros autores cuya obra depende del ritmo verbal, Mendoza considera que su estilo, directo y ágil, se presta mejor para la pantalla.

 Para él, la pandemia marcó un quiebre definitivo y abrió paso a un escenario global de violencia y desorden. 

"Antes de la pandemia todavía podíamos frenar y hacer un examen de conciencia, pero no lo hicimos. Después vino la guerra en Ucrania, los conflictos en Medio Oriente, la posibilidad de otra guerra en Venezuela. Todo parece imparable.

Y en ese contexto, creo que los latinoamericanos estamos mejor preparados, porque nuestras ciudades siempre han sido caóticas”.


Héctor Navarro