Guadalajara, Jalisco. 

Guadalupe Acevedo, o bien, la mensajera de Valle de Juárez, llevaba una buena vida en un empleo que antes de ella era dominado por hombres, y después de algunos años contrajo matrimonio, tuvo hijos y seguía trabajando con agrado, aunque a un ritmo más acelerado. 

Su esposo era carpintero, y aunque trabajaba todos los días se vio en la necesidad de migrar a Estados Unidos, pues las oportunidades de trabajo comenzaron a limitarse en el pueblo. 

Por su parte, Lupita insistía en la posibilidad de que le otorgaran una base como cartera. Esperaba que con eso sus condiciones mejoraran. Enviaba oficio tras oficio, pero ese ascenso nunca llegaba. 

• Su sueldo en ese momento era de 12 mil pesos mensuales. No estaba mal, pero sus pagos se retrasaban hasta por seis meses. La situación que vivía la puso a repensar su futuro y el de su familia. 

“En el 83. En ese tiempo ya tenía mis dos hijos y yo veía que no había forma de que me dieran la base. Entonces yo dije, ‘no, pues qué estoy haciendo aquí si no me van a dar la base ganando tan poquito’”, dijo.

Para ella era muy importante la educación, y aunque no pudo desarrollar una carrera universitaria como hubiera querido, esperaba que al menos sus hijos tuvieran más y mejores oportunidades. 

“Yo lo que quería era lograr mi base. Yo lo que quería era tener una familia educada con una carrera. A mí siempre me gustó la educación. Eso fue mi enfoque toda la vida”, dijo.

Y así, después de nueve años de servicio, Guadalupe finalmente se convenció de que la base nunca llegaría, de tal forma que emigró a Estados Unidos en 1983 acompañada de sus hijos. Allá se reencontraría con su esposo. 

Con esto, Lupita, “la cartera del pueblo”, concluyó con una etapa que vivió, según sus palabras, “con mucha responsabilidad y amor”. 

Y, ¿cuál fue el legado de Guadalupe Acevedo?, eso te lo cuento mañana…

Texto por: Denisse Godínez.