Guadalajara, Jalisco.
En Jalisco, para algunas mamás los festejos del 10 de mayo han cambiado por búsquedas interminables de sus hijos e hijas desaparecidas.
En un Estado con más de 16 mil personas en esta condición, hay madres que viven de otra manera este día: con un duelo abierto. Han dejado las celebraciones para suplir un trabajo institucional que sólo les ha demostrado ineficiencias y omisiones. Sus vidas dieron un giro de un día para otro y estas son sus historias.
Graciela Alvarado presenció cómo hombres armados desaparecieron a su hijo, Joaquín López, el 6 de octubre de 2020 enfrente de su casa, del taller donde trabajaba. Ella y su otra hija fueron encañonadas al tratar de impedir que se lo llevaran.
Fotografía: Fátima Aguilar
Desde hace dos años, su vida se desestabilizó por completo. Tiene una tienda de abarrotes que debió desatender por el estado de shock que le provocó este hecho.
“Cuando a él se lo llevaron, yo duré una semana sentada en un sillón que no me movía, nada más me llevaban al baño, duré sin comer toda una semana porque me afectó muchísimo, quedé como en estado de shock y ya pues, poco a poco, la tienda la atendí después de cuatro meses, duré para poder atender yo la tienda”.
Aunque tiene otros cuatro hijos que siempre festejan con ella el 10 de mayo, Graciela lo vive con un hueco y tristeza. Su forma de ser cambió ante la falta de Joaquín.
“Yo tenía ánimos de todo, alegre, me gustaba la música. De ahí para acá no me gusta ni la música, me enfada, no la tolero y me he vuelto puros recuerdos de él”.
Joaquín es mecánico automotriz, poco sociable, cariñoso y bromista. Cuando lo desaparecieron al salir de su taller, Graciela llamó al 911 y llegó una decena de patrullas, cuyos tripulantes sólo le pidieron datos, pero nadie fue en su búsqueda.
Desde la presentación de la denuncia, de la Fiscalía Estatal dijo que no sabe nada, sólo la llaman para saber si tiene alguna noticia. Desde ahí sabe que, si no lo busca ella, ninguna institución lo hará. Por eso su vida se ha convertido en una búsqueda constante.
“He ido a las fosas donde, porque yo pertenezco a Tonalá, he ido a las fosas que salieron en Alamedas de Zalatitán, fui a las otras que de Lomas de Zalatitán, ahí estuve yo también y pues, dónde más puedo buscarlo, porque todavía si se hubiera desaparecido en otro lado, digo voy a buscarlo a ver dónde está, pero yo sé perfectamente que se lo llevaron, dónde lo dejaron, y dónde puedo buscarlos”.
“No lo dejaré de buscar hasta que lo encuentre”.
Para las madres de desaparecidos hay una exigencia en la que coinciden hacia el Gobierno estatal y el titular del Ejecutivo, Enrique Alfaro Ramírez, quien al inicio de esta administración prometió tratar las desapariciones en Jalisco de manera personal.
“Que hicieran lo posible por investigar y buscarlo porque yo no veo avances de nada...Que nos hagan caso, que los busquen, que nos ayuden porque en este camino estamos solas, es lo que yo averiguo y lo que yo sepa...Que nos voltearan a ver, que ponga una persona que de veras nos ayude, que de veras diga: yo voy a buscarlos, yo voy a ayudarles a buscar...El Semefo está lleno de cadáveres y pues se necesita gente para trabajar, se necesita material para trabajar y hacer el ADN de todos los que están ahí”.
María Isabel, Alejandra, María Guadalupe y Graciela enmarcan la realidad de un Estado que ha crecido exponencialmente en los registros de personas desaparecidas, reflejan el nivel de desatención al que puede llegar una autoridad indolente y poco solidaria y, sobre todo, dan cuenta de la zozobra que viven miles de familias en Jalisco: una Entidad que vive un duelo abierto, donde hay quienes celebran y otras viven un 10 de mayo sumidas en la tristeza.