El Análisis | Reconstruir desde abajo
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Ocotlán, Jalisco

La pandemia no ha acabado y estamos lejos de ver la luz al final del túnel. Y aunque la ansiedad y el cansancio estén en su punto más alto, también los contagios van en el mismo sentido y por eso seguimos inmersos en dos crisis: en la sanitaria y en la económica. En la primera tenemos como prioridad el cuidado de la salud de la gente para evitar más contagios y más muertes, en tanto en la segunda tenemos la necesidad de iniciar la reactivación, aunque esto depende de cómo vaya evolucionando la primera crisis.

En este sentido, esta semana recibimos varias noticias que pintan parte de la realidad económica. A las esperanzas renovadas en el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), tras la reunión de los presidentes de México y Estados Unidos, se contraponen dos datos importantes. Por un lado, la cantidad de empleos formales que se perdieron en el primer semestre del año debido a la pandemia asciende a un millón 113 mil, de acuerdo con el reciente informe del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Por otro lado, un estudio del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), establece que 16 millones de mexicanos pasaron a la pobreza extrema debido a la crisis de Covid-19.

Con estas cifras, la cantidad de personas en pobreza extrema subió de 22 millones a 38 millones. Estos datos son similares a las proyecciones del Consejo Nacional de Evaluación de las Políticas de Desarrollo Social (Coneval) en las que se trataba de medir el impacto de la paralización de las actividades económicas debido a la contingencia. El empobrecimiento que estamos viendo se ubica en uno de los peores escenarios, con un incremento muy fuerte de la cantidad de personas que no perciben ingresos para atender sus necesidades más básicas, entre ellas la alimentación.

Hay puntos importantes por analizar. Lo primero es que todavía no hay condiciones sanitarias para iniciar una reactivación económica como se requiere, en tanto por el otro lado está la urgencia de atender las necesidades de la gente que se encuentra en condición de pobreza extrema, la misma condición que hace imposible que millones de personas puedan quedarse en sus casas para combatir la pandemia. En otras palabras, la gente pobre no puede dejar de trabajar pero se están perdiendo los empleos y se incrementa la pobreza, al mismo tiempo que la crisis sanitaria les cobra factura.

En estas condiciones, hay que pensar en reactivar desde abajo, con una distribución que alcance a recuperar los ingresos de los más afectados por la pandemia y la crisis económica. Los apoyos sociales no están siendo suficientes para el tamaño de la crisis, por lo que hay que pensar en nuevas estrategias tanto para apoyos económicos directos, como para generar empleos y oportunidades que sean rápidos pero enmarcados en los protocolos de cuidados sanitarios.

La crisis obliga a la creatividad. Se puede pensar en apoyar con fondos a los microempresarios para que impulsen o recuperen sus proyectos, así como facilitarles asesoría y recursos para que sus actividades sean seguras y productivas. Y, desde luego, se requiere de una alianza con la iniciativa privada para recuperar la confianza y promover inversiones. Es tiempo de ser creativos y recuperarnos desde abajo.

Por Héctor Farina Ojeda