Guadalajara, Jalisco.

Ante un auditorio Juan Rulfo lleno y expectante, Mia Couto, escritor mozambiqueño y reciente ganador del Premio FIL en Lenguas Romances, compartió su experiencia personal y su inicio en la literatura.

Durante el encuentro “Mil Jóvenes con…”, parte de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2024, Couto ofreció una profunda reflexión sobre la memoria, la identidad y la naturaleza.

El escritor recordó su infancia marcada por la timidez: “Fui un niño que no hablaba y me enamoraba de todas las niñas del salón”, confesó entre risas.

Sin embargo, fue en esa época donde sembró las primeras raíces de su pasión por las palabras.

Nacido en Mozambique, Couto compartió cómo el exilio de sus padres desde Portugal, escapando de una dictadura, moldeó su relación con las historias familiares:

“No conocí a mis abuelos ni a mis tíos; estaban del otro lado del océano. Pero mis padres hicieron que esta ausencia se resolviera con historias. Cuando murió, yo tenía siete años. Recuerdo a mi papá llorando y a mi madre pidiéndome que lo consolara.

Mi padre me dijo algo que nunca olvidé: ‘Él murió allá, aquí no’. Esas palabras me enseñaron que la literatura es el puente entre la ausencia y la presencia”.

Además de escritor, Couto es biólogo, y su amor por la naturaleza impregna su obra.

Expresó su visión crítica sobre la relación del ser humano con el planeta:

“Nos dijeron que somos dueños de este planeta, administradores de ‘recursos naturales’. Pero la naturaleza no necesita ser salvada por nosotros; somos parte de ella. En Mozambique, las lenguas indígenas ni siquiera tienen una palabra para ‘naturaleza’; todo es uno”.

Su discurso fue un llamado a repensar la conexión humana con el entorno.

“Un árbol no es solo un organismo. Es una entidad que resuelve problemas que nosotros, con toda nuestra tecnología, no podemos.

Se alimentan de luz; eso es poesía pura”. Couto enfatizó que tanto la literatura como la biología enseñan que “somos un conjunto de millones de cosas; bacterias, virus, todo está dentro de nosotros. No solo habitamos el mundo, lo rehacemos”.

• Al final, compartió cómo la literatura le salvó en su juventud: “Escribía todo lo que no pasaba, y una niña que leyó mis poemas me dijo algo que me marcó: ‘Sabes cómo hacer bailar a las palabras’”. Así comenzó su viaje para convertirse en uno de los autores más reconocidos de habla portuguesa, un escritor que, como la naturaleza que tanto ama, continúa tejiendo historias que perduran más allá de las fronteras del tiempo y la distancia.