El Análisis | Actos de liderazgo




Ocotlán, Jalisco

Es esencial para la vida de cada persona poder ejercer la libertad de realizar los actos que se propone. Pueden existir impedimentos que dificulten el obrar. ¿Qué puede hacer que no sea posible? La ignorancia, el miedo y la violencia. 

Se puede ignorar un hecho porque se lo desconoce. Y ante el desconocimiento no hay intención alguna que surja para realizar un acto. No se hace porque no existe nada que pueda relacionar una conducta ante algo que no se conoce. Ocultar un hecho trae consecuencias, siempre. Si se supiera se podría hacer algo para ayudar a revertir lo que pasa, en el supuesto que así lo sea, o puede permitir la participación de otros para que colaboren con su consecución. Si unos pocos lo saben y es de interés de muchos, esos enterados son cómplices de la ignorancia reinante. Y son de una u otra forma responsables de que lo que sucede mantenga el statu quo. Y si la idea es que no se sepa habría que ahondar porqué se ha llegado a esa determinación. Cuando no hay nada que ocultar todo fluye naturalmente.

Si se ignora no se puede comprender. Es que primero se debe conocer. No se le puede pedir comprensión a quienes no saben de qué se está hablando o está sucediendo. O si conocen es posible que sólo sea de forma general y no haya una profundidad acerca de la cuestión, lo que dificulta su concreto entendimiento. Si la limitación es la instrucción ahí hay otra expresión de la ignorancia. ¿Puede ser libre quien ignora? 

Fue Platón quien dijo que la ignorancia era culpable de todos los males que vivía la sociedad de su tiempo. Para el filósofo griego la virtud del intelecto es la sabiduría. Es un derecho de cada ser humano el de poder alcanzar el saber, de vivenciar todas las etapas de su existencia junto al conocimiento. Su ausencia debilita su potencialidad. 

La ignorancia puede generar temores. Se puede temer porque se desconoce sobre lo que puede llegar a hacer aquello ausente. El ánimo se puede perturbar ante lo imaginario, no se sabe pero se lo empieza a crear desde el desconocimiento. Y si el miedo turba la inteligencia limita la libertad. Los temores paralizan cualquier intención y se encumbran como contralores de la vigencia de lo inhibitorio. Encubrir el miedo atemoriza con mayor fuerza, es como si se alimentara en el ocultamiento. Así surgen la desconfianza a los demás o a lo que están haciendo y la angustia ante el peligro de lo que se ha pensado. 

Cuando lo real mete miedo es desagradable padecerlo. Es posible superarlo junto a otros, es relevante creer en el valor de las personas, en que el ser humano posee una fortaleza inquebrantable. La unidad ante la adversidad necesita del conocimiento de las causas y de cómo puede superarse. El temor sobre un hecho real, ante la falta de preparación para poder afrontarlo, también se acrecienta. 

La violencia tiene muchas formas de presentarse. Donde hay ignorancia puede atreverse a ingresar. Si existe temor se anima a provocarlo. Lo violento está contaminado por la carencia de valores. Todo lo que se impone por violencia es indigno. 

Los actos humanos ejercidos voluntariamente constituyen la esencia de la vida. La sociedad debe constituirse en el espacio en donde sus habitantes puedan vivir en armonía. Cumplan con sus obligaciones y ejerciten sus derechos. Se desarrollen a través de sus experiencias y del conocimiento que van adquiriendo. Estimulen sus actitudes para fortalecer sus aptitudes. 

Ante la ignorancia el fomento de la sabiduría, la inversión constante en educación, la difusión de su aporte al desarrollo social y la llegada de la misma a todos los sectores de la sociedad. 

La valentía se regocija en la tranquilidad. Vive en ella. Ciudadanos seguros de sus condiciones personales, que creen en su gente y en el progreso de la tierra que los contiene. Así se alejan los miedos. 

Cuando hay educación y convicciones sólidas de bienestar comunitario, también hay ternura, suavidad, afabilidad y dulzura, todos antónimos de violencia.