Nueva York, Estados Unidos
Las medidas del presidente Donald Trump contra los inmigrantes clandestinos preocupan a los agricultores estadounidenses, que recurren mayoritariamente a mano de obra extranjera que acepta bajos salarios.
"No se puede encontrar gente del lugar que quiera ensuciarse las manos y ordeñar vacas", dice a la AFP Eric Ooms, quien está al frente de una explotación de 450 vacas lecheras en Valatie, a dos horas de ruta al norte de Nueva York.
En una región con una tasa de desempleo de 4 por ciento, el salario de 10,50 dólares la hora que ofrece pagar no seduce a los estadounidenses. Para hacer funcionar su establecimiento emplea, además de a cinco miembros de su familia, a un inmigrante mexicano desde hace un año.
Al igual que Ooms, el sector agrícola estadounidense depende en buena medida de la mano de obra barata de los inmigrantes que le permite reducir los costos de producción.
Alrededor del 70 por ciento del millón de asalariados de la agricultura nacieron en el extranjero, la gran mayoría en México.
- Inmigrantes ilegales -
Y según reconoce la propia asociación estadounidense de agricultores (AFB), más de la mitad de los trabajadores del sector están en la ilegalidad.
Las declaraciones de Trump contra la inmigración ilegal son percibidas como una amenaza para un modelo económico basado la mano de obra barata.
Los representantes de los agricultores, sin embargo, no quieren enfrentarse abiertamente con Trump.
"La escalada retórica sobre la aplicación de las normas migratorias es problemática, pero nuestro papel es explicar al país por qué esos trabajadores siguen siendo indispensables para garantizar el suministro de alimentos", explica Kristi Boswell, encargado de asuntos migratorios en la AFB.
Experta en hacer lobby ante los legisladores, la AFB pone de relieve los inconvenientes de una medida unilateral que se limite a expulsar a los trabajadores ilegales.
Apoyada en estudios la organización anuncia una desastrosa caída de los ingresos agrícolas de entre 15 por ciento y 29 por ciento, un derrumbe de la producción de frutas de entre 30 por ciento y 60 por ciento y, sobre todo, un aumento de los precios al consumo de los productos agrícolas de aproximadamente 5 por ciento.
- Horticultores en primera línea -
Aunque las dificultades para acceder a esa reserva de trabajadores baratos afectará a todo el sector, el impacto sería particularmente fuerte para los cultivos intensivos en el uso de fuerza de trabajo, como las frutas y legumbres, subsector en el que la mano de obra extranjera supera el 40 por ciento del total.
Así, los horticultores y fruticultores de California están en primera línea: son ellos los que emplean a la mayoría de inmigrantes y sus precios son los más sensibles al costo de la mano de obra.
Por su lado, la Federación Nacional de Productores de Leche (NMPF) pronosticó en 2015 una duplicación de los precios al consumo de la leche por la ausencia de trabajadores extranjeros que, según ella, son responsables del 80% por ciento de la producción láctea de Estados Unidos.
Ante los centenares de miles de trabajadores sin papeles, la inmigración legal representa apenas una gota de agua. El sistema de visas H2-A, que supuestamente satisface las necesidades de las empresas agrícolas, no es suficiente: en 2013 apenas se otorgaron 71.000 visas de ese tipo, según un informe del Congreso.
Este procedimiento exige al empleador que se haga cargo del traslado y el alojamiento de los trabajadores extranjeros y es objeto de críticas por su falta de flexibilidad al imponer a veces unos plazos que los cultivos no están en condiciones de aguardar.
Los representantes de los agricultores esperan aprovechar el debate iniciado por Trump sobre la inmigración para que se escuchen sus reivindicaciones de reformas para tener acceso a mano de obra legal.
A la espera de que eso ocurra, Eric Ooms ha comprado robots para automatizar el ordeñe de sus vacas. Una inversión de más de un millón de dólares que le permitirá atenuar una eventual penuria de mano de obra.
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