La alfarería en México es un patrimonio vivo que resiste al paso del tiempo.
Foto: 2024 Abraham Aréchiga/ UdeG El arte popular del barro




MÉXICO.

En México, moldear el barro no es solo dar forma a la arcilla, sino también reflejar el alma del pueblo, pues las manos de los alfareros y las alfareras guardan historias, memoria y creatividad en cada una de sus obras que enlazan el pasado y el presente, que transforman estos objetos en símbolos de identidad y patrimonio cultural.

En ese legado se formó la artista mexicana Marcela Calderón, quien nació y creció en la comunidad de Patamban, localizada en el estado mexicano de Michoacán (oeste), un lugar reconocido por su rica tradición alfarera que se remonta a tiempos prehispánicos.

  • Este lugar se distingue por el color rojizo de su barro, el cual viene de una tierra mineral que se conoce localmente como "charanda".

Los primeros recuerdos de Marcela están impregnados del olor a barro húmedo y del vaivén de manos expertas, guiadas por su padre, maestro alfarero que enseñaba nuevas técnicas a la comunidad indígena.

Lo que en un principio representó para el padre de Marcela un trabajo de formación, pronto se transformó en un lazo profundo con la comunidad de Patamban, ya que dejó la Ciudad de México para compartir sus conocimientos en alfarería y con el tiempo decidió echar raíces en aquel pueblo.

Con cada pieza, la familia de Marcela ha conseguido transmitir por generaciones no solo la técnica, sino también la memoria viva de su gente, un legado que se conserva hoy en día en cada hogar, en cada celebración y en la identidad compartida de su comunidad.

"En mi casa había una cooperativa de alfareros que todos los días iban a trabajar. Entonces, se puede decir que aprendí viendo y que mi iniciación en la cerámica fue imitar el gesto de las señoras, imitarlas cómo amasaban, cómo decoraban. Entonces, mi acercamiento al oficio fue realmente de la pura observación", dijo Calderón a Xinhua.

Para Marcela, la alfarería en Patamban no es solo una forma de arte, sino una resistencia cultural del pueblo indígena purépecha.

"Parte del saber en Patamban se hereda justamente por la observación y por estar con tu familia trabajando y que tus abuelos te enseñen a que sepas distinguir una beta para sacar la tierra; que vayas a sacar la tierra cuando es temporada de secas y no temporada de agua, que la pongas a secar, que no te la queme el sol, que la sepas guardar, almacenar, añejar, amasar", recordó.

De acuerdo con Calderón, este conocimiento es invaluable, pues no aparece en los libros, pero se conserva en la práctica diaria y se reconoce como un patrimonio que refleja la creatividad y la fuerza de los alfareros.

En busca de que este arte no se quede en el olvido, Calderón emprendió un viaje a la Ciudad de México para formarse en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado "La Esmeralda".

Entre talleres y aulas, cultivó un lenguaje artístico propio y, más tarde, se convirtió en maestra para sembrar en sus estudiantes la misma pasión que heredó de su padre.

A la par, creó el proyecto "Taller36", un espacio que está ligado a Patamban, pues trabaja con barro rojo y engobes como la charanda o tierra colorada, al utilizar técnicas tradicionales como el aplanado del barro con piedra, la hechura en moldes y el bruñido con pinceles de cola de burra o ardilla.

Para Marcela, cada pieza es resultado de un proceso en el que conviven la utilidad, la belleza y el respeto a la herencia artesanal.

"Parte de mi proyecto 'Taller36' es informar más a la gente sobre lo que es la cerámica y la alfarería en México. Hay mucho desconocimiento, (por lo que se pretende) mostrar la diversidad cultural que tiene nuestro país", indicó.

Calderón consideró que aunque en la actualidad hay un renovado interés por la identidad indígena y por las comunidades artesanales del país, aún falta profundizar y transmitir ese conocimiento, sobre todo a quienes viven en las ciudades y tienen contacto superficial con estos saberes.

"Me gusta mucho pintar y contar historias a través de mis dibujos. Mis historias están completamente relacionadas con los ritmos de la vida, las maternidades, las muertes, los nacimientos, la noche, el día, la lluvia", ejemplificó.

Consideró, además, que la cerámica está íntimamente ligada a la comida mexicana, pues se hacen ollas para preparar tamales, jarras para batir el chocolate, recipientes para guardar el pulque o cazuelas para los guisos.

La artista mexicana destacó la necesidad de revalorar el movimiento de la alfarería que hasta hoy en día continúa como un medio de vida y una forma de resistencia.

En su visión, impulsar la alfarería en distintas partes de México y el mundo significa abrir un espacio para que las nuevas generaciones comprendan la riqueza de estos saberes y aseguren su permanencia en el futuro.

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