Han pasado cuatro años y siguen esperando justicia, reparación del daño y sostenimiento de la memoria
Fotografía: EFE/Francisco Guasco/ Archivo




Guadalajara, Jalisco.

El 4 de mayo de 2020, con los primeros días de confinamiento y la obligatoriedad de extremar medidas preventivas por la entonces incipiente pandemia de Covid 19, Giovanni López Ramírez un joven de 30 años de edad fue asesinado por policías de Ixtlahuacán de los Membrillos luego de ser detenido por no usar cubrebocas.

Este acto de brutalidad policial desató el justificado rechazo y enojo de la población jalisciense que, al ver la impunidad en el caso, un mes después convocaron a una de las manifestaciones más agresivas que ha tenido Guadalajara en tiempos recientes.

Donde cientos de policías golpearon, gasearon y arrestaron a decenas de personas que protestaban en exigencia de justicia.

Si el escenario de la protesta del 4 de junio de 2020 fue excesivo en la represión policíaca, lo que sucedió el día siguiente, el 5 de junio, fue mucho peor que no debe olvidarse.

Ese día se convocó otra protesta en las instalaciones de la Fiscalía General para exigir la liberación de las y los manifestantes detenidos y golpeados el día 4, pero efectivos de la Fiscalía de Jalisco vestidos de civiles y armados con palos ya esperaban a quienes iba a la manifestación.

Cuadras antes de llegar a la sede la de Fiscalía, los policías golpearon, persiguieron y detuvieron arbitrariamente a decenas de personas.

Lo hicieron sin portar uniformes, usaron vehículos no oficiales y cometieron desaparición forzada de personas que luego de liberarlos, siguieron bajo un acoso y persecución que no han cesado.

Lu, una profesora que acudió el 5 de junio como observadora y acompañante de la protesta, fue golpeada por policías estatales, con una mano fracturada, ella y sus compañeras observadoras consiguieron salir de la zona y ponerse a salvo.

Pero la herida de la represión y la decepción por ver que nada cambió en una Fiscalía infiltrada -según lo reconoció en ese entonces el propio gobernador Alfaro Ramírez- sigue abierta.

“Yo iba como parte del Observatorio Maroma que era un observatorio de niñez y juventud que en ese momento yo formaba parte y pues íbamos como justamente defendiendo pues la labores de justicia de los compañeros que habían sido detenidos en la primera manifestación en el centro de la ciudad.

Cuando dejaron pasar a los medios de comunicación a Fiscalía a nosotros nos agarran afuera, nos persiguen unos tipos que se bajan de una camioneta y en ese correr, que además no había a donde hacerse porque en el esquina había otros tipos con palos y con tubos, yo caigo al piso y me empiezan a golpear”.

Lu y sus colegas consiguieron ponerse a salvo al tiempo que documentaban y daban seguimiento de las desapariciones forzadas ocurridas por la Fiscalía de Jalisco.

  • Horas después de la brutal represión, fue a atenderse la fractura a un hospital privado y decidió no denunciar por miedo al hostigamiento de las autoridades perpetradoras del abuso.

Contó en esta entrevista telefónica que le presentamos, que decidió vivir el proceso en solitario por el mismo temor a las autoridades.

El temor era completamente justificado, en primer lugar, porque a plena luz del día y con la prensa de testigo, fueron capaces de desaparecer personas, de arrestar y golpear a quien se les ponía enfrente, y en segundo lugar, porque cuando la golpearon, le quitaron un bolso donde llevaba entre otras cosas, sus identificaciones.

Días después, ya tenía la presencia de la Fiscalía en su domicilio. Conto que se presentaron para presuntamente ofrecerle acompañamiento en su denuncia. Ella los rechazó.

“La verdad dije no, o sea, yo no sé ni para dónde va esto, era gente del estado entonces dijo no, yo no voy a dialogar con los violentadores, entonces yo me cerré completamente”.

A cuatro años de la represión, abuso y desaparición forzada de manifestantes, las y los sobrevivientes buscan sostener la memoria, fortalecer la resistencia de la colectividad y el cese al hostigamiento auspiciado por la Fiscalía del que siguen siendo víctimas cada vez que la fecha se acerca.

“La verdad es que hasta este momento no tengo una petición más que la memoria porque yo no podría recibir otra, o sea, creo que no me pueden dar nada que elimine esa vivencia (...)

Me parece que ellos no pueden hacer nada como para quitarme el terror, la inseguridad, la paranoia que me desataron ahí, el no sentirme segura ni siquiera en mi propia casa, me parece que no hay nada que me puedan dar, entonces yo a lo único que abogo es a la memoria social”.


Celia Niño