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Guadalajara, Jalisco
Dicen que la rabia es como una estampida que hace tronar el concreto.
A dos años de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa eso es lo que mantiene la flama encendida. La rabia. Pero también la esperanza. El abrazo compartido. La garganta que revienta.
Es Hermenegildo, tío de Mauricio Ortega Valerio, uno de los normalistas de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos. Su mirada luce resquebrajada.
Han sido 730 noches de desvelo. De sufrir la indolencia. De soportar el desprestigio de medios oficialistas. Pero Hermenegildo y los familiares de los normalistas no están dispuestos a rendirse. Para ellos la lucha sigue. Y ya no es solo por los 43. Sino por los desaparecidos de todo el país.
Se cumplieron dos años de la desaparición. Dos años de los hechos de Iguala, Guerrero.
Este fue el motivo para que padres y madres de desaparecidos, alumnos de la Normal de Atequiza, miembros del Sindicato de Telefonistas, maestros disidentes, estudiantes y profesores universitarios de diferentes instituciones, participaran en la Marcha de la Indignación en Guadalajara. Dos mil personas en la capital tapatía. Y otros miles y miles en varias ciudades de México y el mundo.
Francisco Salas, miembro del Frente Magisterial, fue uno de los oradores durante el recorrido.
Lamentó que apenas días antes, 50 mil personas hayan marchado contra las parejas del mismo sexo que quieren unirse en matrimonio pero en cambio guarden silencio ante la injusticia institucional
Doña Aurora es una abuela y madre de familia que acudió a marchar la tarde del 26 de septiembre. Ella todavía cree que el amor puede triunfar ante el rencor con que los poderosos laceran al pueblo. Y si hay un amor grande, dice, ese es el amor de madre.
Y es esa fe, más que la rabia, la que hace que el olvido no llegue.
La esperanza es el verdadero motor para salir a las calles, para encontrar a los 43. Para seguir soñando en que el país cambie.
Para que el águila, aún en medio de la negrura termine por devorar a las serpientes que laceran al pueblo.