Investigadores revelan que los peces distinguen a los humanos entre sí
Fotografía: DPA




Constanza (Alemania)

Los peces son capaces de distinguir a los buceadores que les dan comida, a los que siguen con insistencia, mientras que ignoran a aquellos menos generosos, según un estudio del equipo de investigación del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal (MPIAB) de Constanza, Alemania.

Sin embargo, no son los rostros -apenas visibles bajo la máscara de buceo- los que resultan decisivos para el reconocimiento, sino las características del equipo.

Los investigadores de la estación mediterránea "Stareso", en Córcega, habían observado que los besugos y otros peces les seguían en sus inmersiones y les arrebataban comida que en realidad estaba destinada a servir de recompensa experimental.

El Instituto Max Planck explica que se quedaron atónitos al descubrir que tan solo seguían a los humanos de quienes los peces habían recibido previamente alimento.

Por ello, un equipo dirigido por los investigadores del MPIAB Katinka Soller y Maëlan Tomasek inició una serie de experimentos con peces acostumbrados a los humanos en las inmediaciones de la estación de investigación. Los animales participaron en los experimentos como voluntarios que podían ir y venir a su antojo.

Soller intentó atraer la atención de los peces: con un chaleco rojo brillante, daba de comer a los animales que nadaban hacia ella y se sumergía unos 50 metros. Poco a poco se fue quitando todos los elementos llamativos, como el chaleco.

Investigadores revelan que los peces distinguen a los humanos entre sí

Fotografía: Francesco Ungaro

Por último, con un sencillo equipo de buceo con comida escondida, recorrió primero los 50 metros antes de dar de comer a los peces que la habían seguido hasta entonces.

Tras doce días de entrenamiento, unos 20 peces siguieron a Soller en sus inmersiones. Las doradas fueron las más dispuestas a aprender. "En cuanto entraba en el agua, solo tardaba unos segundos en verlas nadar hacia mí, aparentemente salidas de la nada", explica Soller.

Los experimentos, presentados en la revista "Biology Letters", también mostraron qué reconocen exactamente los peces: no la cara de los humanos, sino las características cromáticas de su equipo.

Al principio, Tomasek utilizó un equipo que solo se diferenciaba del de Soller por algunas partes coloreadas del traje de neopreno y aletas de distinto color. Si él también buceaba pero no daba de comer a los peces, a partir de entonces era ignorado.

Con un equipo de buceo completamente idéntico, los peces eran incapaces de notar la diferencia.

También funciona en los acuarios

Cualquiera que tenga un acuario o un estanque estará familiarizado con el fenómeno de que sus propios peces naden hacia ellos, pero no así hacia los extraños, afirma Matthias Wiesensee, vicepresidente de la Asociación de Sociedades Alemanas de Acuarios y Terrarios.

Además de los patrones visualmente reconocibles, también influyen características sonoras como la voz o el modo de andar. Según Wiesensee, esto es muy evidente en las carpas koi y doradas, por ejemplo, que acuden en masa a quienes las alimentan, pero no a otros miembros de la familia.

  • Te puede interesar: 

Las ballenas fueron más felices durante la pandemia de la covid, revela estudio científico

Los grandes cíclidos, como los peces ángel y los peces disco, también establecen una relación con determinadas personas y suelen mostrarse escépticos con los extraños.

En general, sin embargo, hay pocas pruebas científicas hasta la fecha de que los peces puedan reconocer realmente a los humanos, prosigue el instituto MPIAB.

Los peces arquero criados en cautividad han sido capaces de reconocer imágenes de rostros humanos en experimentos de laboratorio. "Pero nadie se ha preguntado si los peces salvajes tienen la capacidad o incluso la motivación para reconocernos cuando entramos en su mundo submarino", comenta Tomasek.

Los investigadores sospechan que, con el tiempo, los peces podrían llegar a reconocer rasgos más sutiles, como el pelo o las manos. "Ya hemos observado que se acercan a nuestras caras y escrutan nuestros cuerpos", dice Soller. "Era como si nos estudiaran a nosotros y no al revés".