Tokio, Japón.

El pueblo japonés de Tamba alcanzó el miércoles una temperatura de 41,2 ºC, la más alta en el país desde que se comenzaron a llevar registros, informó la agencia meteorológica.

La calurosa temperatura en la región occidental de Hyogo superó el récord precedente de 41,1 ºC en Hamamatsu (centro) en 2020 y Kumagaya (norte) en 2018.

Foto: AFP

Hace unas semanas, Japón experimentó el mes de junio más caluroso jamás registrado desde el inicio de las estadísticas en 1898, según anunció la JMA.

La temperatura media en junio fue 2,34°C más alta de lo normal según la JMA.

Los científicos afirman que el cambio climático de origen humano hace que las olas de calor sean más intensas, más frecuentes y más generalizadas.

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Los meteorólogos japoneses han advertido que hay que evitar de establecer un vínculo directo entre condiciones meteorológicas específicas (como un aumento de la temperatura puntual) y el cambio climático a largo plazo.

• Sin embargo, observan que el calentamiento global ha alimentado en los últimos años fenómenos meteorológicos impredecibles.

El verano de 2024 fue así el más caluroso registrado en el archipiélago, empatando con el récord observado en 2023.

Fue seguido por el otoño más caluroso desde el inicio de los registros hace 126 años.

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Los cerezos japoneses, emblemáticos de Japón, florecen más temprano debido a temperaturas más cálidas, e incluso a veces no florecen completamente, ya que los otoños y los inviernos no son lo suficientemente fríos para desencadenar la floración.

Otra señal llamativa: la icónica capa de nieve del monte Fuji apareció el año pasado recién a principios de noviembre, en comparación con años anteriores cuando esa imagen podía apreciarse desde principios de octubre.

También recuerdan en Japón, que este año la temporada de lluvias terminó en el oeste unas tres semanas antes de lo habitual.

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• Los tifones estivales, por lo general devastadores, suelen provocar inundaciones violentas en Japón, y las intensas olas de calor causan la muerte de personas mayores.

Los inviernos cada vez más secos también han aumentado el riesgo de incendios forestales como en otras regiones del mundo.