
Tegucigalpa, Honduras.
A Bertha le angustia que deporten a su nieto de Estados Unidos porque sobrevive con el dinero que le envía a Honduras. Eliseo dejó su vida de sicario y ahora ayuda a rehabilitar pandilleros en una iglesia.
Sus vidas reflejan las dos plagas que azotan el país, la violencia y la pobreza, cuya discusión apenas asomó en la campaña para las elecciones generales del domingo, sin un claro favorito en las presidenciales, a una sola vuelta.
Ambas cuestiones lucen ahora más relegadas, luego del sorpresivo apoyo del presidente estadounidense Donald Trump al candidato y empresario derechista Nasry Asfura, anunciado el miércoles y que sacudió el tramo final de la campaña.
Fiel a su estilo, Trump atizó la polarización con duros ataques a los otros aspirantes: la oficialista de izquierda Rixi Moncada y el presentador televisivo Salvador Nasralla.
A Yuderlis Moreno, que vende comida típica en una calle de Tegucigalpa, le "parece muy bien" el respaldo de Trump a Asfura.
Moreno, de 31 años, confía en que con este espaldarazo "la gente que emigra entre rápido (a Estados Unidos) y tiene muchos trabajos" para ayudar a sus familias.
Pero de momento Trump mantiene cerrada la frontera y no ceja en su cruzada contra los migrantes, que este año se sale con casi 30.000 hondureños deportados. También revocó un estatus de protección migratoria a 51.000 ciudadanos de Honduras.

Foto por ORLANDO SIERRA / AFP
La situación agobia a Bertha Sierra, de 57 años, quien teme que su nieto Joseph, de 21, corra la misma suerte y su familia quede desamparada. El joven, que emigró en 2023 con ayuda de un coyote (traficante), tiene permiso de trabajo.
"Dios quiera que no me lo vayan a deportar", dice Sierra mientras prepara arroz en su casa del barrio Cantarero, en un cerro en Tegucigalpa, donde muchos subsisten gracias a las remesas que representan casi un tercio del PIB nacional.
Además ve "difícil" que Joseph pueda conseguir trabajo en Honduras, donde el 60% de sus 11 millones de habitantes vive en la pobreza.
En el vecino barrio 14 de enero, de callejones empinados, atravesado por un río de aguas sucias y donde deambulan perros y gallinas, Presentación Núñez, de 70 años, construye una vivienda con bloques de cemento al borde de un riesgo.
Su hijo David, radicado en California hace 20 años, le envía 100 dólares mensualmente.
"Aquí solo vamos sobreviviendo", lamenta este albañil con diabetes.
Pese a la agresiva política de Washington, Erick Baca, universitario de 20 años, cree que el apoyo a Asfura "vendría muy bien para las visas de los hondureños".
"Tenemos a Donald Trump de nuestro lado", celebra.
Pero Liduvina Maldonado, jubilada de 61 años, no está de acuerdo en que Trump "se meta".
"No nos metemos en nada de ese país y yo voy a votar por Rixi", asegura.
¿Cómo afecta la violencia y qué respuestas hay?
El mandatario estadounidense ya se había hecho sentir al declarar "terroristas" a Barrio 18 y Mara Salvatrucha, dos pandillas que se convirtieron a Honduras en uno de los países más violentos.
Ante esa violencia y los intentos por replicar la mano de hierro del presidente salvadoreño Nayib Bukele para reprimirla, una iglesia evangélica se dedica a rehabilitar las "almas" de los pandilleros.
"Mi papel era el sicariato, esa era la vida mía", cuenta Eliseo Pineda, de 29 años, exmiembro de Barrio 18, en el templo del Ministerio Pasión por las Almas, de la periferia capitalina.

Foto por ORLANDO SIERRA / AFP
También vendía drogas, robaba vehículos y reclutaba pistoleros. Ahora busca engancharlos para el culto.
"Tengo mis marcas que ahora Dios las usa para exaltar su santo nombre", afirma este hombre tatuado en pecho, brazos y espalda, con la Biblia en la mano.
Junto a él, otros antiguos "asesinos" se han transformado, agrega el pastor Carlos Cerrato, de 58 años, exlíder de Barrio 18 y fundador de la iglesia en 2007.
Con la piel también grabada en su iglesia son bienvenidos integrantes de la Mara Salvatrucha, enemigos a muerte de la 18.
- Antes de que iniciar el servicio religioso, otro expandillero, Erixon Lira, de 36 años, lamenta que Honduras no tenga programas para que los delincuentes "vuelvan a ser útiles para la sociedad".
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