De oleadas y desequilibriosOcotlán, Jalisco
Mientras la segunda ola de la pandemia de Covid-19 estremece a la comunidad europea, en medio de confinamientos absolutos y de medidas apuradas, también las oleadas económicas sacuden a nivel mundial. Se suman incertidumbres, angustias y presiones. Estamos viviendo uno de los años más complicados en el último siglo, confrontados con una doble crisis: la sanitaria, que todavía no se ha podido contener ni mucho menos superar, así como la crisis de la economía que se va ahondando a medida que pasa el tiempo. Y en medio de esta convergencia crítica, la vida de la gente está siendo afectada desde lo sanitario, lo económico, lo educativo y lo cotidiano.
Si lo pensamos desde América Latina, estamos tan acostumbrados a la crisis como un estado permanente, que son las oleadas las que nos generan la sensación de que algo malo excede el límite. Pero más allá de las sacudidas cíclicas de la economía, la gran crisis que subyace en en la región es la del desequilibrio: desiguales en ingresos, en posibilidades de empleo, en acceso a la salud y la educación, en posibilidades de defenderse ante cualquier amenaza. Mucha pobreza y precariedad. Y en este contexto, parece que todavía no nos bajamos de la primera ola de la pandemia y ya viene la segunda. Casi igual que en la economía: no salimos de una crisis cuando ya llega la siguiente, como si fuera el ciclo normal.
Hace unos días tuve el gusto de entrevistar a dos académicos chilenos sobre el significado del plebiscito en Chile: los motivos que impulsaron a la gente a protestar, la decisión de ir por una nueva constitución, la ruptura con el pasado y las esperanzas abiertas hacia el futuro. Y uno de los aspectos más preocupantes es la desigualdad, lo mal distribuida que están la riqueza y las condiciones de vida, pese a que hablamos de la economía que durante tres décadas fue considerada como un modelo latinoamericano de crecimiento y reducción de la pobreza. Detrás de este éxito aparente se incubaron la inequidad y la precariedad, a tal punto que se produjo un estallido social o una revuelta popular para protestar contra la injusticia.
La referencia a Chile viene a colación por el contexto en el cual estamos enfrentando la pandemia: si la economía más sólida de América Latina en las últimas décadas hoy muestra las grietas profundas de la desigualdad y la enorme precariedad en la que mucha gente debe sobrevivir en tiempos de crisis, imaginen cómo está el resto de América Latina que no tuvo los mismos resultados económicos. La mayoría de los países latinoamericanos no tuvieron estabilidad económica ni reducciones significativas de la pobreza ni la desigualdad.
Y ahora, desde la desigualdad y la precariedad, desde la crisis permanente, nos toca enfrentar una nueva oleada pandémica que traerá duros efectos sanitarios y económicos. Quiero ser optimista y pensar que a lo largo de este año hemos aprendido la lección de la planificación y el orden, pero me temo que la nueva oleada nos agarre igual de improvisados e igual de resignados a más desequilibrio.
Por Héctor Farina Ojeda