Alemania bajo presión frente a un nuevo flujo de refugiados
Los inmigrantes están llegando a Alemania en cantidades no vistas desde la crisis de 2015. Foto: Odd ANDERSEN / AFP




Eisenhüttenstadt, Alemania

En la frontera de Alemania con Polonia, el centro de acogida de migrantes de Eisenhüttenstadt está saturado: "Cada día llegan unas 100 personas aquí. Y todavía deberá aumentar hasta 120", prevé su director.

El centro es uno de los primeros diques ante una nueva ola de refugiados que ha llevado al gobierno del canciller Olaf Scholz a tomar medidas para limitar las entradas ante el vivo debate en el país y el auge de la extrema derecha antiinmigración en los sondeos.

Estos antiguos cuarteles de la Alemania Oriental comunista, transformados en campo de acogida, pueden albergar hasta 1.550 personas en pequeños inmuebles de hormigón.

Según Olaf Jansen, de 63 años y director del centro desde hace cinco, la situación es comparable a la de verano de 2015, cuando la por entonces canciller Angela Merkel abrió de par en par las puertas de Alemania a más de un millón de refugiados, en su mayoría sirios.

"Si sumamos los solicitantes de asilo a los ucranianos (exentos de hacer tal petición en Alemania, ndlr), llegamos a una situación similar", dice a la AFP.

Dos rutas 

A principios de semana, el ministro de Interior de Brandeburgo, la región donde se encuentra Eisenhüttenstadt, habló de una "explosión" del "número de cruces ilegales por la frontera germano-polaca".

Jamás había sido tan alto, "ni siquiera durante el periodo de 2015-2016".

Dos grandes rutas migratorias desembocan actualmente en Polonia y después llegan a Alemania.

"Una mitad de los migrantes de Eisenhüttenstadt pasan por Moscú y Bielorrusia. La otra mitad toma la ruta de los Balcanes, que pasa también por Hungría y Eslovaquia", explica.

Es el caso de Abdel Hamid Azraq, un sirio de Alepo de 34 años. Zarpó en barco de Turquía hacia Grecia, siguió su camino a pie y a ratos en coche por Macedonia, Serbia, Hungría, Eslovaquia y Polonia.

"De Turquía a Grecia son 500 dólares. De Grecia a Serbia 1.000 dólares, y otra vez la misma suma para llegar a Alemania".

Y eso es un viaje económico, apunta Jansen. Según él, "los precios reclamados por los traficantes de personas van de 3.000 a 15.000 dólares, según el grado de comodidad que ofrecen".

Los sirios como Abdel conforman el principal contingente en Eisenhüttenstadt, entre el 15-20%. Vienen después los afganos (12-15%) y los kurdos originarios en su mayoría de Turquía (8%), seguidos de georgianos, rusos, pakistaníes, pero también africanos como cameruneses y kenianos.

Bielorrusia señalada

Para Jansen, el refuerzo de los controles móviles de la policía alemana con las fronteras de Polonia y República Checa anunciada el miércoles es buena noticia.

"Cada control suplementario permite detener más traficantes. Un traficante menos significa varios cientos de personas que no podrán cruzar ilegalmente la frontera", afirma.

Según Jansen, Bielorrusia continúa facilitando el paso de migrantes originarios de Oriente Medio hacia Polonia como hizo masivamente en 2021.

"Hace ahora 12 meses que tenemos muchas llegadas procedentes de ese país", constata. Varios refugiados aseguraron que en Bielorrusia les dieron "escaleras y grandes cizallas para hacer agujeros en las vallas que supuestamente deben impedir la entrada a Polonia", explica.

Alrededor del 80% de los migrantes llegaron al campo escoltados por policías alemanes que los detectaron en la frontera. El resto vinieron por sus propios medios.

En este centro, donde pasan normalmente 3 o 4 meses antes de ser repartidos por otras partes del país, los migrantes pueden presentar su primera solicitud de asilo.

Según Jansen, un 50% de los migrantes de Eisenhüttenstadt pueden recibir luz verde a su petición.

Para Ali Ogaili, un iraquí de 24 años que se declara homosexual ante la AFP, las perspectivas son buenas. En el centro hay un edificio reservado a las mujeres solas y a los miembros de la comunidad LGBTQ+ para protegerles.

  • Todos comparten una idea: quedarse en Alemania. "Trabajar aquí, traer a la familia y servir al país y a la sociedad alemana, ¡inshallah!", exclama Abdel Hamid Azraq.