La periferia pobre de Perú y su mínima huella de carbono
Vista aérea de una zona cubierta de niebla en el distrito de Villa María del Triunfo, en las afueras del sur de Lima, tomada el 7 de octubre de 2023. Alrededor del 27,5 por ciento de la población peruana de 30 millones vive en la pobreza. (Foto de Ernesto BENAVIDES/AFP)




Lima, Perú.

Sofía Llocclla Pellaca siempre recorre a pie el cerro sin alumbrado donde vive en Lima. Termina una semana en la que cocinó a gas o leña y recogió el agua de la niebla. Así es la rutina de una aliada involuntaria contra el calentamiento del planeta.

De origen quechua, madre soltera de una adolescente y una niña pequeña, Sofía levantó su casa en los altos desérticos de la capital peruana donde se concentra gran parte de los 2,7 millones de pobres de la ciudad de 10 millones de habitantes.

Con una industria precaria y una informalidad del 73%, Perú es un país netamente minero y pesquero con una de las huellas de carbono per cápita más bajas del continente:

1,7 toneladas de gases de efecto invernadero contra, por ejemplo, 4,2 toneladas que producen al año los argentinos o las 15 toneladas por habitante de Estados Unidos.

Prender la luz o la lavadora, tomar una ducha caliente, viajar en avión o en vehículo a gasolina... Casi toda actividad y consumo produce emisiones.

Sin embargo, el petróleo y el carbón son de lejos las principales fuentes de CO2. En el caso peruano, la energía proviene principalmente de fuentes hidráulicas y del gas natural, menos contaminante.

  • Líderes mundiales se reunirán en noviembre en Dubái, en el marco de la cumbre COP28 sobre el clima, para discutir sobre pobreza y crecimiento económico sustentable.

Sofía nunca había escuchado hablar de la COP28 o de la huella de carbono.

Vive en uno de los cinturones de pobreza cubiertos de niebla del sur de Lima, que no paran de crecer por la migración interna. Hace una década que dejó el campo y se instaló en el cerro, en una pequeña vivienda prefabricada sin baño ni calefacción.

Tiene un televisor, una estufa por reparar y una nevera semivacía. La mayoría de familias de la periferia almuerzan con lo que cocinan entre todos. Cuando se acaba el gas, Sofía cocina a leña.

Irónicamente, la precariedad que rodea a Sofía y su falta de acceso a servicios básicos minimizan su huella de carbono.

A sus 31 años jamás ha viajado en avión y escasamente emplea el transporte público. "Yo bajo caminando, me voy caminando, regreso caminando", remarca la mujer, que sobrevive como empleada doméstica con menos de la mitad del salario mínimo mensual de 265 dólares.

Una huella engañosa 

Alrededor de 63% de las emisiones de efecto invernadero en Perú provienen de la deforestación de la selva amazónica y la transformación del suelo forestal o agrícola en asentamientos urbanos sin patrones ambientales, explica el exministro de Ambiente Manuel Pulgar-Vidal.

En el asentamiento donde vive Sofía, no hay alumbrado público ni alcantarillado. El agua potable llega cada 15 días en camiones cisterna. Los atrapanieblas, un sistema de paneles de gran altura que almacenan las gotas o rocío, alivian la escasez de agua.

Ella y su mamá, que vive unas casas más arriba, obtienen energía eléctrica de una conexión pirata.

Pero es "confuso y engañoso" suponer que Perú, por ser un país en desarrollo, puede desentenderse de sus responsabilidades frente a la crisis climática.

Ricos y pobres, "el mundo saldrá gradualmente de los combustibles fósiles. Eso es inevitable", enfatiza el exministro.

En las periferias empieza el desafío. Se necesita garantizar servicios básicos, un patrón de construcción en armonía con "el ecosistema circundante", mejorar los rellenos sanitarios y electrificar el transporte, explica.

A Sofía, justamente, lo que más le preocupa es "la movilidad" de Flor María, su hija de 14 años, cuando sale de la escuela. Le gustaría tener una moto para transportarla.

También cree que "sería bueno" tener un panel solar como el de su hermana, porque la luz "se va y viene". Uno pequeño cuesta unos 115 dólares. "Más adelante me lo compraré, poco a poco", se resigna.

Por lo pronto, América Latina no ha establecido "estrategias claras y bien planificadas" para migrar hacia "energía renovables no convencionales", porque está "capturada en la trampa del petróleo, el carbón y gas", recursos con los que cuenta en abundancia y de los que se ha financiado por décadas, sostiene el exministro.

Con una advertencia adicional: se gravarán más las importaciones de aquellos países "que producen o que generan sus productos con una alta carga de carbono".