Guadalajara, Jalisco.

Un estudio realizado con 23 casos de feminicidio reveló que la mayoría de las víctimas (75 por ciento) tenía órdenes de restricción por violencia física, psicológica, amenazas y aislamiento.

En 25 por ciento de los casos, la víctima desistió por temor a familiares del agresor y a él mismo.

Este análisis fue titulado Cuando pasó lo que pasó. Estudio socio antropológico de los contextos donde se produce el feminicidio familiar íntimo en Jalisco, realizado por personal de la Secretaría de Igualdad Sustantiva entre Mujeres y Hombres.

Contiene recomendaciones de política pública para la prevención, atención y sanción, entre ellas, establecer alianzas para recabar información con policías investigadoras, centros de salud, instancias de impartición de justicia y de reinserción social.

• La metodología consistió en hacer entrevistas a familiares de víctimas, sobrevivientes de feminicidio, personas agresoras privadas de la libertad, funcionarios y especialistas, así como el acceso a siete carpetas de investigación de este delito.

En 17 casos, el delito sucedió en la vivienda de la víctima y seis en la calle o cerca de la casa.

En 10 de los casos, las familias fueron testigas directas porque la pareja vivía ya sea con la madre o la familia materna, incluso 18 feminicidios fueron frente a los hijos de la víctima.

Un aspecto clave en los testimonios recabados fue la incapacidad de pronunciar el término feminicidio, lo cual pudiera ser una forma de autoprotección que sirve para eludirlo o porque no se ha terminado de procesar el hecho.

Por eso se eligió el título de la investigación porque el hecho fue referido “cuando pasó lo que pasó” 290 veces o “Después de lo sucedido”.

Lo mismo sucedió al nombrar al agresor, en vez de decir que es un feminicida o asesino, las personas entrevistadas se referían a él como “drogadicto”, “loco”, “raro”, “callado”, “monstruo” o “animal”.