Londres, Reino Unido.
Como cada año por estas fechas, Ian Westworth, uno de los mecánicos del Big Ben, se prepara para recibir una avalancha de correos de londinenses indignados. El motivo: la tradicional parada del reloj durante unas horas en la noche del sábado, necesaria para ajustar el mecanismo al horario de invierno.
Junto al cambio al horario de verano, son las "únicas dos ocasiones" en que se detiene el tiempo en el Parlamento británico, explica este hombre, que lleva más de 20 años ocupándose de los relojes del Palacio de Westminster.
La operación, que implicará la parada del reloj, entre las 18H00 del sábado y las 02H00 del domingo, está perfectamente coordinada.
Los mecánicos tratan de aferrarse a un trabajo metódico y bien planificado, sin correr riesgos que hagan que deje de funcionar más allá de esas horas.
El venerado reloj, que pesa cinco toneladas y entró en funcionamiento en 1859, con el objetivo de ser el más preciso del mundo, es un símbolo imprescindible para el país.
En casi 160 años de funcionamiento, solo ha sufrido dos grandes averías.
La primera llegó poco después de su inauguración y la otra el 5 de agosto de 1976, que acaparó los titulares de los periódicos del país.
Tras aquella segunda avería, se necesitaron nueve meses para ponerlo en marcha nuevamente.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la esfera del reloj dejó de iluminarse por temor a facilitar los bombardeos de los aviones alemanes.
En la actualidad, como entonces, el corazón de las operaciones se encuentra en una sala que alberga el impresionante sistema de funcionamiento del reloj.
Durante el cambio de hora, "el sábado por la noche subimos aquí y detenemos el gran reloj. Lo paramos de verdad", destaca Westworth, responsable de las operaciones de cambio de hora junto a su compañero Huw Smith.
"Después apagamos las luces de la esfera para que todos los que estén afuera sepan que el reloj no marca la hora correcta", añade.
- Operación de mantenimiento -
Los mecánicos aprovechan esta parada para realizar una gran operación de mantenimiento, en la que cuatro personas son movilizadas, incluido Westworth y su compañero Smith.
- Si es necesario reemplazar piezas, Westminster tiene un taller dedicado para fabricarlas, ya que obviamente no se encuentran en el mercado.
"Una vez terminado el mantenimiento, colocamos las agujas en las 12 en punto", detalla Westworth. El ruidoso tic-tac del reloj vuelve a funcionar entonces, aunque la iluminación no se enciende hasta las 02H00 de la mañana.
Entre los cientos de relojes de Westminster que Westworth y Smith mantienen, el Big Ben recibe más esmero en su cuidado, con tres visitas de control por semana.
Durante mucho tiempo fue un verdadero sacrificio, ya que había que subir los 334 escalones de la torre, explica Westworth, hasta que se instaló un ascensor durante los trabajos de renovación realizados entre 2017 y 2022.
"Eso cambió nuestra vida", confiesa Huw Smith. "En aquella época, si se nos olvidaba una herramienta, teníamos que bajar y volver a subir. ¡Era duro!", recuerda.
Subir a pie sigue siendo un ejercicio apreciado por los turistas. Las visitas están completas hasta el 12 de enero.
Otra pequeña concesión a la modernidad es la iluminación, con lámparas que aseguran el resplandor del cuadrante.
En cuanto al futuro de este tesoro nacional, Westworth, quien forma regularmente a aprendices, está tranquilo.
Mientras haya un buen equipo detrás, este reloj de larga historia podrá funcionar "otros 160 años más", dice. "Yo no estaré, pero otras personas sí", concluye.
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