Guadalajara, Jalisco.
Ya se ha dicho que además de hospitales, son las unidades de transporte público los sitios donde el riesgo de contagio de COVID-19 es muy alto. Con ese entendido en mente, las autoridades, particularmente las del Sistema del Tren Eléctrico Urbano (Siteur), anunciaron que para reducir al máximo los riesgos de contagios, se llevarían a cabo una serie de estrategias para garantizar la salud de los usuarios y operadores.
Tales estrategias incluían incrementar la frecuencia de paso de los trenes, sanitización de los vagones en cada término de recorrido en las dos líneas, instalación de despachadores de gel antibacterial en cada ingreso, constantes y permanentes campañas de información y concientización del uso del cubrebocas, así como desinfección e higiene constante de zonas de contacto frecuente, como las máquinas para recargar saldo a las tarjetas, barandales de escaleras o los torniquetes de salida.
Todo marchó bien en un inicio, los trenes no iban tan saturados en horas pico, como suele ocurrir actualmente, pero eso se debió a que al principio y con casi todas las actividades paralizadas por los primeros días de cuarentena, muchas personas no salían a las calles y por lo tanto, no hacían uso de transporte público.
Ahora con casi toda la vida económica activa, el escenario es casi el mismo que antes de que iniciara la pandemia. El tren regresó a sus tiempos habituales de paso, entre dos y cuatro minutos de diferencia de paso en horas pico y entre 5 y 10 minutos en horas valle, como suelen denominarse las horas con poca afluencia de usuarios.
Durante más de media hora que estuvimos en la estación Juárez, la que conecta la línea 1 y 2 del tren ligero, no se vio al personal del Siteur desinfectando pasamanos o máquinas de recarga de tarjetas de Mi Pasaje, pese a que una trabajadora operativa del Sistema informó que "el aseo en esos espacios se hacía cada diez minutos", una versión que se contradijo con lo dicho por una trabajadora del área de limpieza, quien mencionó que la instrucción es realizar desinfección cada tres horas.
La mayoría de usuarios portan de modo correcto el tapabocas pero aún hay personas renuentes a hacer uso de esta prenda que se ha convertido en la principal herramienta para evitar nuevos contagios. En los andenes nadie revisa la sana distancia y para qué hacerlo, si dentro de los trenes, el hacinamiento de personas es una realidad incómoda y peligrosa en cuento a riesgos de propagación de virus se refiere.
En el tren no hay tapetes sanitizantes, tampoco hay termómetros que detecten a posibles enfermos, por lo que todo en el renglón de transporte público queda en manos de la conciencia propia para el cuidado colectivo y la responsabilidad de las autoridades por hacer valer las medidas a las que se habían comprometido, como regresar a agilizar el paso de trenes e instalar tres vagones en los trenes que circulan en horas pico, algo que no ocurre o por lo menos, no de manera generalizada y puntual.
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