Berlín, Alemania.
Las funerarias alemanas llevan años notando que los ciudadanos también quieren ser respetuosos con el medio ambiente en su último adiós, señaló a dpa Michael Biesemann, un empresario con sede en la ciudad de Wesel.
"Ya no se meten los zapatos en el ataúd", explica. "En el cielo no se necesitan" y en cambio son dañinos para el suelo, porque décadas después siguen sin descomponerse, aclara Biesemann.
Los clientes les preguntan además de forma creciente por féretros sin lacados contaminantes para el medio ambiente. "Un tercio de nuestros féretros son bio", señala, y añade que están hechos de madera cubierta de aceite y cola natural.
Están de moda asimismo las urnas de almidón de patatas, mortajas de telas naturales y ataúdes sin lacas dañinas. "La muerte es más ecológica", señala también el jefe de la Asociación Federal de Servicios para Funerarias, Jürgen Stahl. "Ya prácticamente solo vendo urnas bio", subraya. Su asociación representa a unas 60 empresas en todo el país que comparten servicios, desde productos como féretros y mortajas a tecnología funeraria para cementerios.
Según cifras de la asociación, en Alemania hay al año unos 930 mil fallecimientos. Dos tercios de los muertos son incinerados y menos de un tercio, enterrados. Cada vez hay más casos en los que los deudos eligen formas alternativas, como funerales en el mar, esparcir las cenizas o entierros en los bosques, otra modalidad popular en Alemania, señala Stahl.
Hay un aspecto, sin embargo, en el que los enterradores no pueden hacer gran cosa, reconocen, y es que los cadáveres humanos son todo menos ecológicos. Contienen, por ejemplo, restos importantes de medicamentos y prótesis dentales o de órganos. Al ser sepultados, llegan así al suelo sustancias que son malas para la naturaleza, y en el caso de las incineraciones para el aire, aun cuando se usen filtros y controles.