Guadalajara, Jalisco.
La Rosca de Reyes, uno de los últimos festejos vinculados a las celebraciones navideñas en México, guarda en su esencia un simbolismo arraigado en la religión católica.
Este pan tradicional, que despierta la expectación de millones de niños en todo el mundo, tiene profundas raíces que se remontan a la Edad Media, específicamente en países europeos como Francia y España, según cuentan los historiadores.
La historia que rodea la Rosca de Reyes se conecta con la narrativa de los Tres Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltazar. Estos sabios, guiados por una estrella, viajaron desde el Oriente hasta Jerusalén para adorar al recién nacido Rey de los Judíos. Llevaban consigo tres ofrendas significativas: oro, incienso y mirra.
El encuentro de los Reyes con el niño Jesús, denominado Epifanía, simboliza la manifestación divina, una celebración que la Iglesia Católica conmemora el 6 de enero.
- La forma ovalada de la rosca se interpreta como el amor de Dios, sin un principio ni fin.
Las frutas, como el ate, que adornan la rosca simbolizan la gracia traída por Jesucristo, mientras que algunos consideran que representan las joyas de los Reyes, simbolizando amor, paz y felicidad.
Un elemento distintivo es el niño Jesús, que en el pasado se elaboraba de porcelana y se esconde en el interior de la rosca. Este gesto evoca el momento en que José y María ocultaron a Jesús de Herodes. En la tradición mexicana, aquel afortunado que encuentra al niño Jesús se convierte automáticamente en madrina o padrino del niño.
La costumbre dicta que deben llevarlo a bendecir a la iglesia y celebrar el acontecimiento con tamales y atole el 2 de febrero, Día de la Candelaria.
Así, la Rosca de Reyes trasciende su sabor delicioso para convertirse en un símbolo arraigado en la fe y las tradiciones mexicanas, transmitido de generación en generación como una manifestación palpable de la Epifanía.