El mayor jardín botánico de Chile respira malherido tras los incendios
Los bomberos voluntarios extinguen un camión quemado durante un incendio en un taller en San Lorenzo, Paraguay, el 3 de febrero de 2024. (Foto de NORBERTO DUARTE/AFP)




<app-location-line>EL SALTO, Chile.</app-location-line>

El mayor jardín botánico de Chile respira con dificultad. De sus 400 hectáreas, menos del 2% salió indemne de los incendios forestales que desfiguraron a Viña del Mar, aunque milagrosamente sus dos colecciones más preciadas sobrevivieron, se consuela su director.

El Jardín Botánico Nacional de Viña del Mar "ha sido siempre un pulmón verde, pero hoy día más bien parece el pulmón de un fumador", sostiene Alejandro Peirano, el responsable de este centenario sitio de conservación ubicado en El Salto, en la región de Valparaíso, a 120 km al noroeste de Santiago.

Dentro, quedaron grandes árboles caídos, una vivienda quemada en cuyo interior murieron una funcionaria y tres familiares, además de una flora y fauna heridas.

El verde se tornó plomo, añade Peirano.

Sierra en mano, los guardaparques van cortando los troncos atravesados en los senderos. Las elevaciones del jardín quedaron reducidas a un paisaje de chamizos.

  • En este sitio hay unas 1.300 especies de plantas y árboles, entre ellos helechos nativos y exóticos, mirtáceas, cipreses de la cordillera, palma chilena y sakura (cerezo japonés).

Varias especies están afectadas. El fuego -intenta explicar Peirano- nunca se había comportado tan errático. Empujado por el viento, pareció ir de salto en salto, arrancando incluso de raíz árboles gigantes.

Bastó una hora para que el jardín, con diseños interiores de inspiración francesa, se marchitara casi por completo.

"Siendo optimista, digo que son cinco hectáreas las que se salvaron, el resto se quemó", sostiene Peirano.

También marsupiales, zorros grises, aves, quiques (hurón chileno) pudieron sufrir algún daño.

"Manos verdes" 

Peirano recibió el jardín en comodato hace una década. Tiene a su cargo 60 trabajadores. El director y una docena de guardabosques viven en el lugar.

Una de las residentes era Patricia Araya, la encargada del vivero. Su trabajo consistía en hacer germinar las semillas, era como la responsable del "área de maternidad", explica Peirano.

El viernes murió junto a su mamá y dos nietas dentro del jardín botánico. Tenía 60 años y esta semana se iba a volver a casar. El fuego no le dio oportunidad de escapar.

Daniela Gutiérrez, de 32 años, que supervisa la colección de cactáceas nativas, la recuerda como "manos verdes, porque lo que sembraba, lo germinaba".

Peirano y otros guardabosques también estaban en el jardín el día del incendio, pero lograron resguardarse de las ráfagas de fuego.

  • En 2013, se produjo el primer gran incendio que quemó el jardín botánico de Viña del Mar.

Luego vinieron los fuegos de 2018 y 2022 y los del pasado viernes, los más violentos de todos, según Peirano, que sospecha pudieron ser provocadas intencionalmente.

Se prendieron cinco focos. "Al unísono cinco focos de incendio, eso no es natural", asegura.

En los cerros superpoblados de Viña del Mar murieron más de 130 personas y miles de viviendas quedaron destruidas o averiadas.

Supervivientes de Rapa Nui e Hiroshima 

Pese a la profunda huella de destrucción, las dos colecciones más preciadas del Jardín Botánico sobrevivieron.

Una de ellas es la de toromiro, un árbol de flores tubulares amarillas originario de Rapa Nui, la remota isla de Pascua ubicada en la mitad del Pacífico. Se creía que la especie se había extinguido.

"En algún momento nos llegó la semilla y aquí la reprodujimos y tenemos una bonita colección. El incendio le pasó por encima, así que la que podría haber sido la más dolorosa de las pérdidas, no lo fue", sostiene el director.

También se salvó el Jardín de la Paz, donde están plantadas especies sobrevivientes de la bomba atómica de Hiroshima, cuyas semillas están esparcidas en varios parques del mundo.

Aunque están "bronceadas por el calor, quedarán en pie", agrega Peirano.

  • El jardín espera reabrir sus puertas al público en un par de semanas y tardará cinco años en recuperar el aspecto que tenía antes de los incendios forestales del 2 de febrero.

Pero si en este tiempo "vuelve a haber un incendio de esta magnitud nos va a desaparecer como jardín botánico", advierte Peirano, mientras supervisa las labores de limpieza tras el fuego.

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