Jeb Bush oficializó finalmente este lunes su candidatura a las primarias republicanas para las presidenciales estadounidenses de 2016, haciendo alarde de su experiencia como gobernador de Florida para contrarrestar su imagen de heredero de la dinastía Bush.

"No tomaré nada ni a nadie por sentado. Yo haré campaña con el corazón. Seré candidato para ganar", dijo Bush en un discurso en Miami, ciudad donde vive, según pasajes del mismo difundidos a la prensa por su campaña.

Bush, de 62 años, entra así a la batalla por la nominación republicana, en un campo ya bastante poblado con una decena de postulantes.

Aunque recién confirmó su candidatura, desde hace seis meses adelantaba una agresiva campaña de recaudación de fondos y de visitas a estados clave de las primarias, por lo que todo el mundo daba por sentado que se lanzaría.

"Hicimos de Florida el estado número uno en creación de empleo y en creación de pequeños empresarios", dijo Bush, en referencia al estado que gobernó de 1999 a 2007, una experiencia que a su juicio lo distingue de sus familiares y puede convencer a los estadounidenses de sus méritos propios.

"Trabajen con nosotros por los valores que compartimos y para un gran futuro que es nuestro para construir, para nosotros y nuestros hijos", comentó Bush en español, idioma que domina. El exgobernador está casado con una mexicana.

Bush, que llegó a ser considerado "cubano honorario" en Florida por su cercanía a la comunidad cubano-estadounidense cuando dirigió el estado, coquetea con los hispanos, que han favorecido a los demócratas en las últimas elecciones. 

 

- "Jeb!" -

 

El sencillo logo de campaña "Jeb!" divulgado el fin de semana, omite el apellido de su familia, que sigue siendo polémico. 

Jeb repite a menudo que su admiración es incondicional por su hermano, George W. (2001-2009) y su padre, el primer presidente Bush (1989-1993), aunque insiste: "Yo soy yo".

Sus lazos familiares le han hecho trastabillar, por ejemplo sobre la invasión a Irak. Tras haber defendido la decisión de su hermano, posteriormente retrocedió y dijo que si él hubiera sido presidente no hubiera ordenado el ataque.

Sus rivales demócratas tratan de asociarlo al polémico legado de George W. Bush, sobre todo por la guerra en Irak o la crisis económica.

"Ya hemos visto lo que es una economía dirigida por un Bush", dijo este lunes la presidenta del Comité Nacional Demócrata, Debbie Wasserman Schultz.