
Teherán.
En el norte de Teherán apenas hay gente por las calles, los gatos escarban en la basura sin recoger y hay una fuerte presencia policial bajo el sonido constante de explosiones que acompaña el paseo de quien se atreve a aventurarse fuera de casa.
Este es el aspecto del distrito 3 de la capital iraní tras cinco días de conflicto con Israel y después de en esta zona fuese bombardeada ayer la televisión estatal (IRIB), en un ataque en el que murieron tres personas.
Los pocos transeúntes se cruzan miradas nerviosas, casi de sospecha, y este corresponsal explica en varias ocasiones que es de "Espania" (España en persa), país que levanta simpatías en suelo iraní, en especial por su fútbol, pero también por su apoyo a Palestina.
La mayoría de esos nerviosos caminantes cargan alimentos, como una mujer mayor acompañada por un joven que empujaba una carrito de supermercado hasta arriba de productos.

AFP
Otros llevan hogazas de pan y el único lugar donde hay una cola con varias personas es precisamente una panadería.
Más allá de eso, la calle Valiars tiene un aire fantasmal a su paso por el parque Mellat, habitualmente bullicioso, con sus cafés y puestos de helados y zumos abarrotados de familias.
La nota más colorida la pone una familia de tres miembros, padre, madre e hijo, que pasa a toda velocidad en una moto ondeando una bandera de Irán.
Solo están abiertos los establecimientos de alimentación y un café con un solo cliente.
“Este es mi café habitual, así que he bajado a tomar algo, qué voy a hacer”, dice Ali, quien parece alegrarse de la compañía.
Ali planea salir de Teherán hacia el norte, como han hecho ya muchos residentes de la ciudad, en los próximos días con su padre enfermo de cáncer y su madre, y mientras tanto hace tiempo.
Se dedica a la exportación e importación de perfumes, negocio totalmente paralizado, se lamenta, y no sabe qué esperar del futuro.
“Lo mismo esta noche se cierra un alto el fuego o estamos así meses”, dijo, mientras sonaban lo que parecía que eran defensas antiaéreas interceptando proyectiles o drones israelíes.
Este empresario nació en el cuarto año de la guerra entre Irán e Irak en los años 80 y nunca pensó que viviría algo parecido.
“A mis padres, que son mayores, esto les trae recuerdos de esa guerra y no es fácil para ellos”, asegura.
Enfrente del café, el habitualmente bullicioso parque Mellat está casi totalmente vacío. Una mujer elegantemente vestida pasea a su perro y se declara muy “asustada” y se alegra de mantener una conversación.
“Sabes, mi casa está al lado de la televisión que atacaron ayer, pasé miedo”, dice antes de que efectivos de seguridad de paisano se acerque a pedir la documentación y explicaciones de qué hacemos en la calles.
“Deberías irte a casa, no es seguro”, dijo uno los agentes de civil a este periodista tras revisar la acreditación de prensa.
Es el segundo control en la zona, en el otro, militares que chequeaban el móvil de un joven -las autoridades han prohibido la toma de fotos y vídeos en las calles- preguntaron por el país de procedencia de este corresponsal.

MAYA LEVIN / AFP
Desde la madrugada del viernes, Israel está llevando a cabo una campaña masiva de bombardeos contra diferentes puntos de Irán, que ya han causado al menos 232 muertos y unos 1.800 heridos, la mayoría civiles.
Hasta el tercer día de conflicto aún se veía actividad en las calles de la capital, que ha descendido conforme han progresado los ataques israelíes contra instalaciones militares y energéticas de la capital, y también zonas residenciales.
- Muchos vecinos han abandonado la ciudad, lo que ha provocado imágenes de congestión de tráfico en la carretera que atraviesa la montaña Alborz y que da paso a la provincia de Manzandaran, que bordea el mar Caspio y es lugar habitual de vacaciones para los residentes de Teherán.
En esta ocasión no huían del calor o la contaminación de esta ciudad de 10 millones de habitantes, sino de los misiles, bombas y drones israelíes.
Jaime León