Por Gabriela Arreola
Evelia enfatiza una palabra al iniciar nuestra pequeña charla, una palabra que se revela como definitoria para el valor central de esta nota. Dice que le gusta su trabajo, y que con mucho ORGULLO lo hace día a día. Y es que el trabajo doméstico, ese al que más de dos millones de mujeres en México se dedican para sacar adelante a sus familias, socialmente no se considera digno, lo que conlleva a que sufran discriminación, perciban salarios bajos y no gocen de ninguna prestación de ley.
De forma general, el panorama para las mujeres adultas en el ámbito laboral no es nada halagüeño, al menos en México y en América Latina. Tienen que enfrentarse a diario con obstáculos que subyacen a la discriminación y a la violencia de género.
Según el informe Progreso de las Mujeres en América Latina y el Caribe 2017: Transformar las Economías para Realizar los Derechos[1], las mujeres reciben menor remuneración económica por realizar los mismos trabajos que los hombres; además, la mayoría se concentra en el sector informal, por lo que no gozan de prestaciones ni de seguridad social; aunado a esto, también invierten gran parte de su tiempo en las labores sus propios hogares y el cuidado de sus familias.
No reconocer el valor de su trabajo conlleva a la desprotección legal
En el terreno nacional, el trabajo doméstico es una de las actividades menos reconocidas para las mujeres. Marcelina Bautista, quien funge como secretaria general colegiada del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar en México, dice que la situación de las mujeres en este rubro es el resultado de factores como la desigualdad, la escasez de empleos y la desprotección en materia de derechos laborales.
«Estamos hablando no sólo de un número pequeño de personas, sino que estamos hablando de 2.4 millones de personas que atienden en los hogares para que otros y otras puedan salir a producir para nuestro país. Eso quiere decir que, indirectamente, las trabajadoras del hogar contribuimos a la economía de nuestros países y que nuestro trabajo es tan importante como el trabajo de las personas que nos ocupan para hacer otro tipo de trabajo para el bienestar de nuestro país. Especialmente al gobierno federal le toca ordenar todas las aprobaciones de las leyes que se necesitan», indica.
Ayudo a la gente y la gente me ayuda a mí
Evelia, quien es originaria del Pueblo de Moya en Lagos de Moreno, tiene aproximadamente 6 meses dedicándose a la limpieza de cinco casas; dice que este trabajo le permite convivir y estar más al pendiente de sus dos pequeñas hijas. Su jornada empieza a las 8 de la mañana y le dan el trabajo porque las personas la recomiendan, sin un contrato de por medio. En cada casa limpia el baño, barre, sacude y trapea.
«Principalmente empecé con esto para dedicarles mucho más tiempo a mis hijas, porque las veía poco tiempo por las empresas que te mantienen ocho horas o más de ocho horas ocupada, entonces, yo por eso opté por dedicarme a esto. Toda mi vida he hecho esto, vengo de una familia de muchos hermanos, de una forma u otra siempre hice los quehaceres domésticos de mi casa. Termina uno en una casa, pero llegas a la tuya a hacer lo mismo», comparte.
Sin embargo, no todas las mujeres que se dedican al trabajo en los hogares enfrentan las mismas situaciones, Marcelina Bautista señala que las horas de trabajo suelen extenderse más allá de las 12 horas y su ocupación es intermitente. Además, muchas mujeres provienen de alguna etnia indígena, son migrantes, menores de edad, madres adolescentes o solteras, lo que agrava la discriminación hacia las mismas.
«Cualquier persona tiene que empezar por no discriminar a las que trabajamos en los hogares por hacer un trabajo que “no tiene valor”. Muchas personas nos discriminan porque venimos de otros pueblos y porque solamente accedemos a un trabajo para el que no necesariamente tenemos una escolaridad, ahí es donde comienza la discriminación que va desde las instituciones, desde las familias incluso. Vuelvo a decir, gracias a nuestro trabajo muchas personas son profesionales, y sin embargo no nos miran; muchas personas hasta descansan porque sus casas están limpias», indica.
Bautista señala que se han hecho esfuerzos para que el trabajo doméstico sea reconocido en su justa dimensión; en la parte de los derechos laborales y en la de los derechos humanos. Tanto el del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar (Sinactraho) como el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH) han insistido ante el gobierno federal para que sea aprobado el convenio 189, el cual aboga por el trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos. Asimismo, han propuesto reformas a la Ley General del Trabajo. Una de sus principales premisas reside en que se regulen los derechos y obligaciones tanto de las trabajadoras como de los empleadores mediante la firma de contratos por escrito.
[1] http://www2.unwomen.org/-/media/field%20office%20americas/documentos/publicaciones/2017/03/unw16017%20executive%20summary%20web%20esp.pdf?vs=224