Nápoles, Italia.
Gorras de Gucci, carteras de Fendi, cinturones de Hermes y zapatos de Louis Vuitton se ofrecen a granel y sin pudor en las calles de Nápoles, un negocio de productos falsificados que genera asombrosos ingresos para la mafia italiana.
La rebosante ciudad sureña es la zona cero del mercado de artículos de lujo falsos en Italia, estimado entre 6.500 y 7.500 millones de dólares.
"¿Qué marca quiere? ¿De qué color, de qué modelo?", pregunta un insistente vendedor en el llamado "Mercado de lo Falso" situado cerca de la estación central de Nápoles.
En sus callejones circulan hombres cargados con bolsas de plástico azules repletas de imitaciones de todo tipo de marcas para ser vendidas a una fracción del precio de la original.
Las falsificaciones son un fenómeno global que atañe a múltiples industrias como la moda, los juguetes, la electrónica, la comida o las farmacéuticas y que la OCDE estima en un 2,5% del comercio mundial.
Pero Italia, cuna de casas de lujo como Gucci, Prada, Versace o Armani, es claro líder en la incautación de falsificaciones dentro de la Unión Europea, con un 63% del total de productos requisados en 2022, según un informe de noviembre.
- En Nápoles estas imitaciones encuentran un caldo de cultivo único, confiriendo a esta ciudad mediterránea la dudosa distinción de capital europea de las falsificaciones.
En la ciudad pueden encontrarse todas las fases de la cadena de la falsificación: desde la producción y el almacenamiento a la distribución y la venta, todas ellas controladas por la mafia local, la Camorra.
Dinero fácil y poco arriesgado
Aunque la falsificación no preocupa demasiado a muchos clientes, la influencia de la mafia en el negocio lo ha convertido en una prioridad de las fuerzas de seguridad.
"La falsificación es muy importante porque es una señal de alerta" que indica a crímenes más peligrosos, dice el teniente coronel Giuseppe Evangelista, jefe de operaciones en Nápoles de la Guardia di Finanza, la policía de delitos económicos.
Aunque es menos lucrativo que el narcotráfico, las falsificaciones aportan dinero en efectivo, ayudan a lavar el dinero de la droga y tiene un riesgo relativamente bajo, con penas de cárcel muy inferiores a las de crímenes violentos.
"Ya tienen clientela. Los turistas pasean por la calle, compran la bolsa y esto genera beneficios a la organización criminal", dice Evangelista a la AFP.
Los decomisos de la policía son frecuentes y van en aumento. Uno reciente llevó al descubrimiento en febrero de una fábrica que producía miles de banderas, camisetas y gorras del Nápoles, el club de fútbol local donde destacó Diego Armando Maradona.
Datos del Ministerio de Interior señalan que entre 2018 y 2022 la policía incautó en Nápoles alrededor de 100 millones de productos valorados en 470 millones de euros (510 millones de dólares), un 14% del total de los bienes falsificados requisados en Italia.
"En Nápoles, la falsificación representa un verdadero sector económico paralelo" controlado por mafias locales e internacionales, decía un informe del gobierno de 2021. El documento describía la ciudad como un "centro de excelencia" del falsificado.
Un legado artesanal en la textil y el cuero, un puerto internacional, un alto desempleo y el flujo de mano de obra barata foránea han ayudado a florecer este sector, así como la tradicional tolerancia de la población hacia quienes se saltan las normas.
Camorra y China
La colaboración entre la Camorra y grupos criminales de China alimenta este sistema rigurosamente controlado.
Si bien los productos de alta calidad se producen localmente, la mayoría de bienes importados proceden de China y Turquía. Los falsificadores escogen puertos europeos ajetreados, como Róterdam, u otros con controles más laxos en países como Grecia o Bulgaria antes de llevar la mercancía a Italia por carretera.
Una vez llega a la región de Campania, cuya capital es Nápoles, se dan los acabados finales en talleres que emplean a mano de obra irregular. Las etiquetas suelen transportarse por separado y cosidas al final para dificultar que las falsificaciones llamen la atención de los servicios de aduanas.
La mafia también controla la distribución, ya sea con canales de venta propios o presionando a los comerciantes para vender productos falsos mezclados entre los originales.
Una investigación policial de 2022 desveló que los comerciantes callejeros de Nápoles pagaban a la mafia hasta 200 euros semanales (217 dólares) para operar sus puestos o estaban obligados a comprarles la mercancía.
"Cáncer" en el mercado
Los efectos negativos de la falsificación en la economía (debilitar la demanda, eliminar puestos de trabajo o defraudar impuestos) es enorme.
El gobierno italiano lo cifró en 17.000 millones de euros (casi 18.500 millones de dólares) en 2020, un año de contracción de la actividad por los confinamientos provocados por la pandemia del coronavirus.
- Las grandes marcas gastan millonadas para combatirlo. Louis Vuitton presentó más de 38.000 denuncias globalmente en 2017, según su página web.
Pero incluso empresas más pequeñas están montando departamentos de protección legal.
Los empresarios napolitanos crearon un "Museo de lo Verdadero y lo Falso" para educar a los compradores, pero cerró el año pasado.
Su responsable, Luigi Giamundo, explica que más de 32.000 pequeños negocios de moda en la Campania estaban amenazados por la competencia desleal. "Es un cáncer que penetra en nuestro mercado", afirma.
Juna Shehu de la asociación Indicam, que defiende la propiedad intelectual de las marcas de moda italianas, asegura que la industria no puede actuar sola contra esta lacra.
Su entidad reclama que la Unión Europea armonice sus reglas para lidiar contra los productos falsos, dado que algunos países hacen ahora pagar a las marcas por su almacenamiento y destrucción.
También es crucial educar a los consumidores. Un sondeo de 2023 indicó que un tercio de los ciudadanos de la UE consideraría comprar réplicas si los originales son muy caros, un porcentaje que subía al 50% entre los jóvenes.
Esta indiferencia se refleja en las calles de Nápoles.
"No me molesta", dice Caterina, de 17 años, después de comprar una cartera falsa de YSL por 11 euros, cuando el original costaría más de 300. "Más allá de la etiqueta, es sobre si me gusta el objeto", afirma.