Los números grises del terremoto, cuarenta años después de la tragedia en Ciudad de México
Foto por FRANYELI GARCIA / AFP




 Ciudad de México 

El terremoto que asoló la capital de México hace hoy cuarenta años tuvo una magnitud de 8,1 en la escala de Richter, dejó unos 40.000 muertos, tumbó 800 edificios y dañó casi mil. Son números grises, sin alma, comparados con historias como la del niño Gustavo, muerto bajó los escombros.

"No recuerdo su apellido, solo que era moreno, mexicano típico, y travieso. Estábamos en el mismo salón en primero de Secundaria; a veces jugábamos a las escondidas en el sótano de su edificio, el Nuevo León. Luego llegó el miedo y muchos vecinos emigramos", aseguró este viernes a EFE el doctor Hegel Cortés.

De niño, Cortés vivía a unos metros del Nuevo León, en la zona de Tlatelolco, un complejo de tres módulos, de los cuales dos colapsaron durante el sismo con un saldo de unos 500 muertos, entre ellos el joven recordado este día por su amigo de juegos.

Los números sirven para ilustrar, pero son las historias mínimas las que subyugan a los cronistas y a los estudiosos de la catástrofe como el arquitecto Michel Altamirano, quien maneja datos duros y también tiene recuerdos de dolor.

"La caída del Nuevo León fue una crónica de muerte anunciada", dice en referencia a uno de los mejores libros del escritor colombiano Gabriel García Márquez. Luego explica que el edificio tenía problemas estructurales, estaba inclinado, fue hecho con concreto de mala calidad y con varillas endebles.

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Jesús, el del milagro

El 23 de septiembre a las tres de la mañana, el médico cirujano Luis Chávez fue despertado por alguien que había escuchado un gemido debajo de la tierra en el Hospital General. El doctor se movilizó, gracias a lo cual sacaron con vida a un bebé con ocho días de nacido.

Lo encontraron junto a su madre muerta. Su corazón estaba a punto de detenerse, sufría lesiones de riñones y pulmones.

"Está muy mal, no se haga ilusiones; mejor si usted cree en algo, encomiéndelo a su Dios", le dijo una doctora a la tía del niño, Graciela Rodríguez, quien se convirtió en madre adoptiva y lo bautizó como Jesús.

Fue uno de los llamados bebés milagro, como se conocen a los 18 lactantes rescatados con vida, una de las historias más prodigiosas asociadas al estropicio.

Aunque los noticieros a veces pintan a México como un país donde las personas se matan en las esquinas, la tragedia de 1985 retrató la cara de la mayoría de los habitantes de un lugar con gente capacitada para ejercer con actos el verbo dar.

"He viajado mucho al extranjero a ayudar en desastres y nunca vi tanta solidaridad", asegura el arquitecto Roberto Hernández, rescatista integrante del grupo denominado 'Topos', cuyos miembros entraron a las entrañas de la tierra y salvaron a gente desconocida.

Los números grises del terremoto, cuarenta años después de la tragedia en Ciudad de México

Foto: EFE/ M.P. Barriopedro

El último acto de amor

Michel Altamirano memoriza un montón de cifras, números que uno imagina color ceniza si los compara con las historias de amor y esperanza.

"Una de las más duras es la de dos amantes que murieron abrazados, su último acto de amor, en el edificio Nuevo León. Cuando los encontraron, no hubo maneras de separarlos", recuerda el historiador.

Igual de poderosa fue la acción de una mujer con conocimientos de enfermería.

Su hija embarazada murió al caerse su edificio por la Plaza Garibaldi. Horas después se metió en los escombros y con una cuchilla de afeitar sacó al bebé del vientre de su madre, lo salvó y lo cuidó.

  • Este viernes, a las 7:19 hora local (13:19 GMT) se cumplieron 40 años de la desgracia más grande en la historia de la Ciudad de México, cuando el terremoto, con epicentro donde el río Balsas se une con el mar, en el Estado de Michoacán, puso de rodillas a los capitalinos.

Detrás de los números, grises, sin espíritu, miles de historias empiezan a ser transmitidas de generación en generación. Son contadas con la calidez de los antiguos al lado del fuego y contienen una promesa: no olvidar.