Por Paúl Martínez Facio
El último día de marzo del año de 1563, el soldado Hernando Martell, originario de Sevilla España, arribó al sitio conocido como Pechichitán, con la encomienda de fundar una población que sirviera como residencia de españoles. 73 familias acudieron al llamado de Martell, cifra que alcanzó para que la comunidad obtuviera el nombramiento de villa. Una vez fundada la Villa de Santa María de los Lagos, el panorama de la región no fue el mismo, el trazo del Camino Real de Tierra Adentro, modificó su trazo, las rutas comerciales y de traslado cambiaron su rumbo, las relaciones y los límites de la zona se trastocaron. Acerca de los motivos de la fundación, relata el cronista local Mario Gómez Mata:
«Lagos de Moreno nace en un punto muy estratégico, en medio de un gravísimo conflicto que había, que se llamó la Guerra Chichimeca, también tenían problemas de límites entre las dos audiencias, la de México y Guadalajara. Lagos empieza a producir mucho poder económico, por sus actividades ganaderas, la actividad agrícola para producir el trigo y el maíz que requerían para la alimentación tanto de españoles como de los indígenas y de los esclavos africanos que estaban ahí ya laborando».
La villa fue rápidamente cobrando importancia, si bien es cierto que en principio su función fue más la de ofrecer un punto de resguardo ante las embestidas de los nativos de la zona, pronto el tráfico de personas, materiales y mercancías, fue cobrando relevancia. Lagos, la villa de Santa María de los Lagos, se convirtió entonces un punto clave para la producción minera de la región, proveedora de alimentos, utensilios y servicios, sirvió de punto de conexión entre los Reales Mineros y las capitales de la Nueva España. Un alto poder económico se acumuló en esta época, que bien pudo ser la más dorada de la villa. Cuenta Gómez Mata:
«Fue en el siglo XVIII cuando logra su máximo esplendor, la segunda mitad, construyendo edificios como el templo parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, el Real Convento de las Religiosas Capuchinas, el templo de El Rosario, el templo de La Merced, los tres templos de los pueblos indígenas: del Pueblo de Moya, La Laguna y Buenavista; y toda esta magnificencia que se ve en los núcleos de las haciendas, muchas de ellas con hermosísimas iglesias, como la de Ciénega de Mata».
Sin embargo, a lo largo de estos 455 años no todo ha sido miel sobre hojuelas, no todos los tiempos han sido propicios para Lagos de Moreno, algunos más que otros… Lagos ha vivido también tiempos de vacas flacas y tierras secas. Acentuando las consecuencias en los menos protegidos.
«Entonces con las sequías que se registraban, sobre todo en el siglo XVII y XVIII, pues la gente sufría hambre, sobre todo el pueblo, el pueblo bajo, por eso se hacían los famosos pósitos donde se almacenaba grano destinado a socorrer a gente pobre, que era la mayoría, habían construido una sociedad piramidal, que aún no se acaba, desde tiempos del Virreinato, una sociedad injusta totalmente, donde una pequeña cantidad de familias eran las que gozaban de toda esta riqueza económica generada por miles y una base de sociedad muy amplia de gente pobrísima», añade el cronista.
Algunos sucesos en particular han dejado en la conciencia de los laguenses una cicatriz de difícil olvido, sea la magnitud de sus alcances, sean las transformaciones y aprendizajes que a partir de ellos adquirimos. Mario Gómez Mata, recuerda particularmente el cierre de la fábrica de hilados y tejidos La Victoria, escuchamos:
«Pero en el siglo XX también ocurrió algo grave, porque se cerró la principal fábrica que daba trabajo a muchos laguenses, La Victoria, de hilados y tejidos, en los años 20’s y esto junto con la Revolución causó la emigración de muchas familias laguenses a México, a Guadalajara, a la frontera, a Estados Unidos, en fin… a donde pudieron hacer vida para no morirse de hambre, los ancianitos lo recuerdan como “los años del hambre” en que tenían que irse al cerro a buscar nopales, lo que fuera, se comían hasta la suela de los zapatos, fueron años muy terribles para Lagos».
Lagos, La Villa de Santa María, es fruto de los tiempos buenos y los malos. El presente, este en el que habitamos y desde el que vamos construyendo la ciudad que queremos vivir, plantea retos que debemos afrontar, uno de ellos es la complejidad del mundo contemporáneo, ¿qué es Lagos en la actualidad y hacía dónde habría de ir su transformación?
«Lagos está en una encrucijada, de que no debe depender solamente de estos empleos que generan empresas transnacionales, con factores tan volátiles que hemos visto como la negociación del TLCAN, que si no hay perspectivas favorables en el sector automotriz, la mayoría de las empresas que están surgiendo en Lagos, son de esa área, entonces van, no solamente a restringir el empleo, sino que es posible que hasta pudieran reubicarse», responde Gómez Mata.
Si bien el futuro es siempre una bestia oscura, algo es cierto: la historia bien pudiera iluminar el camino a seguir. Desde su perspectiva como historiador y cronista, el maestro Mario Gómez Mata, recuerda que La villa, desde su fundación y en la mayor parte de su historia, ha afianzado su desarrollo en la agricultura y la ganadería, y desde su punto de vista, habría que voltear nuevamente a ver esta área como prioridad:
«Yo creo que un rediseño de políticas públicas, pensando ya en el futuro inmediato, Lagos de Moreno podría consolidarse nuevamente como una potencia agrícola y ganadera que permitiera generar más empleos, no solamente estos que ofrecen precariamente empresas establecidas aquí en la zona de Lagos y la región».
A 455 años de que 73 familias se asentaran sobre la antigua Pechichitan, Lagos de Moreno se define por el cúmulo de experiencias, por las transformaciones geográficas e ideológicas, a casi quinientos años de que los primeros fundadores arribaran a la villa, toca al presente considerar su historia, sus necesidades y posibilidades, para construir el Lagos del futuro.