Por Jonatan Gallardo
A sus 21 años Bruno Javier Santos Velázquez estudia la Licenciatura en Mecatrónica, practica el baile y ha explorado tanto pintura como escultura. Originario del Pueblo de Moya y con una familia relacionada a la emblemática Danza de la Palma, reconoce que durante su infancia y parte de la adolescencia no estaba interesado en dicha disciplina artística.
Un error lo llevó a integrarse al grupo de danza folclórica de la Preparatoria Regional de Lagos de Moreno. El día que los alumnos debían escoger a qué taller pertenecer, Bruno se encontraba enfermo. Faltó a la escuela y le asignaron de manera aleatoria el taller dedicado al baile.
Para entonces el profesor Uriel Alejo, encargado de impartir el taller, jugaría un papel importante para Bruno, pues gracias a él se interesó por la danza y se apropió de ella. Aunque explica que al principio acudía a las clases porque estaba interesado en una chica que también bailaba, su intento de agradarle no llegó a concretar una relación pero ayudó a que priorizara sus intereses.
“Lo que sucedió fue que después del primer semestre que estuve con el profesor Uriel yo la invité a salir dos veces y la chica me bateó completamente. En ese momento yo ya agradaba mucho de ir a bailar, aparte de que siempre he sido una persona más deportista que nada; era un buen ejercicio, lo miraba como un buen desestrés, podía salir de trabajar e irme a bailar y te refrescaba. Dejaba completamente afuera todos los problemas, bueno, todos los problemas que puede tener un adolescente, y empezar simplemente a bailar”,
Danza y matemáticas
Tras la primera presentación con el grupo de la Preparatoria Regional, Bruno recibió la invitación de su entonces maestro para integrarse a un grupo de baile que coordinaba fuera del plantel educativo. La transición reafirmó en el joven su deseo de continuar en la danza, pues según explica la disciplina artística empata con su gusto por las matemáticas .
Después de siete años ininterrumpidos, se alejó del baile debido al tiempo que exigía la carrera. Aunque ahora lo retomó a través del tap.
“Y acabo de entrar de nuevo, es una doctrina completamente diferente lo que es el baile tap. Pero me parece algo curioso, es bastante refrescante un cambio de aires tan radical (…) No sé. Fíjate que me gustó mucho por este tipo de baile por el control que tienes. Uno más suelto o libre siento que no hubiera quedado tanto conmigo. Soy una persona que le gusta mucho mantener el control de las cosas, de decir que si me equivoco fue por un error mío y que lo puedo mejorar. Y me gusta llevar una secuencia hasta el final. Y es algo que me gustó de la danza folclórica, que puedes dar una secuencia, puedes contar pasos, puedes poner una repetición de pasos o un cambio, pero lo puedes llevar, memorizar, perfeccionar, pulir… En cambio un estilo más libre depende de la creatividad de la persona.”
Danza de Moya
El abuelo de Bruno fue directivo durante 50 años de uno de los bailes más representativos de Moya. Y aunque ya no puede caminar, sigue formando parte de la comitiva de la Danza de la Palma. Bruno recuerda que de niño él y su hermana se iban con su abuelo al baile. Los llevaba y vestía con las faldas típicas, pero no les gustaba y preferían alejarse del grupo.
Si bien reconoce que ha bailado esa danza dos años, no le gusta porque aunque es bonita tiene un nivel de demanda física elevado. Dice que es algo que debe hacerse con mucha devoción y quienes bailan es con el corazón.
Proyectos
Bruno espera terminar la carrera para después hacer una estadía en Canadá donde planea aprender más de la danza con una tía que es maestra de baile folclórico y contemporáneo. Aclara que le gusta el control que tiene la danza folclórica al igual que otros ritmos como la salsa y el merengue. Y no titubea al decir que “la vida es muy corta para dejar de bailar”.