Viena, Austria.
Veintidós meses después de su primer contagio, Austria ha vuelto hoy a la casilla de salida de las medidas contra la COVID con un cuarto confinamiento que llega en mitad de un récord de casos, los hospitales saturados y con buena parte de la población sumida en el hartazgo y la confusión.
Restaurantes, cafeterías, tiendas, museos, teatros... El centro de Viena presentaba hoy un panorama gris de calles vacías en el primer día de aplicación de una restricción anunciada de improviso el viernes por un Gobierno que llevaba meses prometiendo que no habría más cierres, al menos para los vacunados.
En los parques y las calles sí puede verse a ciudadanos haciendo ejercicio, en aplicación de una de las excepciones más llamativas de los confinamientos "a la austríaca": además de para hacer la compra, trabajar o ayudar a otros, está permitida "la recreación física y mental" al aire libre.
Confinamiento, no encierro
Algunos turistas, que parecen no conocer las nuevas restricciones, también pasean por una ciudad a la que el repentino confinamiento, el primer de un país de la Unión Europea (UE) durante la cuarta oleada de la pandemia, ha obligado a cambiar los planes.
El sector de la gastronomía, al que se le permite seguir sirviendo comidas y bebidas para llevar, es uno de los que con más desconcierto afronta los 20 días que, en principio, durará el cierre.
Medidas contra no vacunados
Austria aplicaba ya desde hace semanas medidas de seguridad en el sector de la gastronomía, el ocio y la cultura: primero la obligación de mostrar un certificado COVID (test, vacunación o recuperación de la COVID) y luego la prohibición de acceso a los no inmunizados, que son aún el 35 % de la población.
"Esperamos continuar trabajando, pero es difícil, sin turistas no hay tanto trabajo", explican los empleados de La Stella Bianca, un popular local italiano.
Colegios abiertos
Aunque el confinamiento sigue permitiendo cierta libertad de movimiento, el teletrabajo sólo se recomienda y los colegios siguen abiertos, el Gobierno espera que ayude a reducir en un 30 % los contactos, el límite que los expertos creen ayudarían a reducir un índice de contagios a siete días que estaba hoy en mil 102.
Pero, además, la mayoría de expertos llevan alertando desde hace meses que si no se aumenta el porcentaje de población vacunada, que el propio Gobierno ha calificado de "vergonzoso", será difícil evitar una quinta oleada y más confinamientos.
Ante esta "insolidaridad" e "irresponsabilidad", de la que el Gobierno y los expertos médicos acusan a quien no se ha inmunizado, la vacunación será obligatoria a partir de febrero próximo.
"Dictadura de vacunas"
Al otro lado, en lo que es una polarización social cada vez más enquistada, los no vacunados denuncian sentirse marginados y, los más radicales, el advenimiento de una dictadura de las vacunas.
Decenas de miles de personas protestaron el pasado sábado contra el confinamiento y la obligación de inmunizarse contra la COVID, muchos de ellos simpatizantes del partido ultraderechista FPÖ, pero también personas que desconfían del poder excesivo del Estado, cristianos evangélicos y teóricos de la conspiración.