Santiago, Chile.
Hace 50 años el Estadio Nacional de Santiago, al igual que hoy como sede de los Juegos Panamericanos 2023, bullía de día y noche. Pero no eran deportistas quienes copaban el recinto, sino que prisioneros de la recién instalada dictadura de Augusto Pinochet.
En el estadio funcionó el mayor centro de detención y tortura del régimen que por 17 años encabezó Pinochet tras el golpe de Estado que lideró en contra del socialista Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973.
Ese mismo día en la noche "el estadio empezó a ser acomodado por el Ejército para recibir a prisioneros, que empezaron a llegar el día 12", recuerda Marcelo Acevedo, presidente de la Corporación Estadio Nacional Memoria Nacional.
Relator y detenido
Vladimiro Mimica, hoy de 78 años, había estado muchas veces en el estadio como relator deportivo. La dictadura lo detuvo por su militancia socialista y su cercanía a Allende, y paradójicamente fue llevado como prisionero hasta ese recinto.
"Fue un sentimiento brutal. Nunca pensé estar detenido en el Estadio Nacional. Poco más de un mes antes, por radio Magallanes, había transmitido la final de la Copa Libertadores de América (el 29 de mayo de 1973, entre Colo Colo e Independiente, de Argentina)", cuenta Mimica a la AFP.
"Aquí había estado transmitiendo éxitos y fracasos del deporte chileno, más nunca me había imaginado que esto hubiera sido transformado en un campo de concentración y que yo iba a ser parte de esta escenografía", recuerda sentado en una de las graderías del estadio.
Conserva la voz grave y el estilo que lo ha hecho famoso como relator y ahora recorre los lugares donde estuvo detenido por 20 días: son sectores lúgubres y grises, marcados hoy por el silencio.
No hay cifras oficiales de cuántos prisioneros estuvieron detenidos allí en los casi dos meses que funcionó como prisión y centro de torturas, pero se estima que fueron entre 20.000 y 30.000.
Entre los detenidos estuvieron los exfutbolistas Hugo Lepe y Mario Moreno, parte de la selección chilena que obtuvo el tercer lugar del Mundial de 1962 realizado en Chile.
La dictadura asesinó a 1.747 personas y detuvo e hizo desaparecer a otras 1.469, de las cuales se ha logrado encontrar restos sólo de 307, según informes oficiales.
"Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro"
El estadio fue sede de grandes eventos del fútbol como la final del Mundial-1962 que Brasil le ganó a Checoslovaquia y algo más de medio siglo después Chile ganó su primer título de Copa América ante la Argentina de Lionel Messi.
Actualmente este escenario, que recibe la mayoría de las competencias de los Panamericanos, fue completamente remodelado salvo los nueve espacios de memoria que recuerdan el sufrimiento de los prisioneros.
Por la llamada 'Escotilla 8' -utilizada como celda colectiva- y una zona de las graderías que se ha mantenido intacta, pasó y emergió portando la antorcha panamericana la nadadora chilena Kristel Kobrich en la ceremonia inaugural de los juegos el viernes pasado.
En medio de la oscuridad, por minutos solo se dejó ver el fuego que llevaba Kobrich y un letrero que decía: "Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro", en un sentido homenaje a todos quienes sufrieron aquí.
Los últimos prisioneros del Estadio Nacional fueron liberados o llevados a otros lugares el 9 de noviembre de 1973.
Fue a petición de la FIFA, requisito para que se pudiese jugar el partido de Chile ante la entonces Unión Soviética el 21 de noviembre por un cupo para el Mundial de Fútbol de Alemania Federal 1974.
Una delegación del ente rector del fútbol mundial, encabezada por su secretario general, Helmut Kaser, llegó a Chile el 24 de octubre para visitar las instalaciones. Al llegar al estadio, todos los prisioneros fueron escondidos.
Entre ellos estaba Mimica. "La FIFA y las autoridades del fútbol chileno de 1973 fueron cómplices para mentirle al mundo, para decirle que en el Estadio Nacional había absoluta normalidad, que no había presos políticos. Fuimos escondidos bajo las tribunas", recuerda con enojo.
El partido finalmente no se realizó, debido a que la selección soviética se negó a jugar en el Chile de Pinochet, y la FIFA le dio los puntos y la clasificación a los sudamericanos.
- Pero para Vladimiro Mimica aún hay una deuda. "El fútbol mundial, la FIFA, y el fútbol chileno, en lo particular, le deben un acto de reparación a este escenario deportivo", sostiene.
Por Pedro SCHWARZE