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Por Paúl Martínez Facio
Pocas fueron las voces femeninas en la generación de 1903: sólo dos se encuentran registradas. Y es que seguramente no era sencillo figurar en una nómina que incluía nombres como los del poeta Francisco González León o del novelista Mariano Azuela; pero a la par de ellos figuraba el de Dolores Amador relata el maestro Ezequiel Hernández Lugo:
«Formó grupo con Mariano Azuela, con Francisco González León, con Francisco Guerrero Ramírez, con el doctor Moreno y Oviedo, con Ausencio López Arce, con todos ellos formó grupo de literatos de jóvenes que se reunían en una huerta que tenían por la (calle) Hernando de Martell, pasando el Templo de La Luz, del lado del río, donde están las canchitas de futbol, ahí en esas huertas, ahí se juntaban, se ponían a declamar, a presentar sus trabajos literarios. Y de ese grupo iban pocas mujeres, ella era una de las pocas, la maestra Lola Amador».
La maestra Lola Amador como también se le conoció, pues además de haber sido alumna en el Liceo Para Niñas del Padre Guerra, llegó a desempeñarse como docente en esta misma institución, publicó una serie de relatos en los proyectos editoriales del grupo conocido como la “Generación del 03”.
Para Notas y Letras, revista editada por el grupo de 1904 a 1906, escribió los cuentos “El premio”, “¡Deslumbrados!”, “La ruta. Páginas sueltas de un diario 1880, 1887, 1889, 1899”, y “Dos rivales”. En su obra, nos cuenta la Dra. Irma Estela Guerra Márquez, Dolores Amador reflexiona sobre su profesión y la manera en que es vista por su época, aplicando técnicas narrativas que en este momento resultaban de avanzada:
«Un cuento de Dolores Amador que se titula “Deuda de Gratitud”, es un relato de un concurso público de oposición para obtener una catedra, varios de sus cuentos van dirigidos hacia la descripción del oficio del magisterio y bueno llama la atención la analogía que estableció la autora, entre la proyección de los recuerdos y el cinematógrafo, pues este cuento “Deuda de Gratitud”, fue escrito en 1907, cuando esa máquina tenía pocos años de haber llegado a México y menos a Lagos».
Dolores Amador, la maestra, recogió en este relato una panorámica general de lo que estar al servicio docente significaba, presentó los modelos teóricos de la época, así como los valores con los que se acompañaba la enseñanza de la ciencias, no era pues, una escritora de arranques, sino una intelectual que vaciaba en sus relatos todas las cavilaciones a que la llevaban sus diarios quehaceres.
Fue además una aguda observadora de su tiempo, de su gente, de su provincia, misma que retrató en su cuento titulado “Dos rivales”, en el que narra cómo un trío amoroso se desenlaza trágicamente. En este relato Lola Amador se sujeta a un estricto realismo, que sienta su base en la fiel descripción del ambiente, comparte la Dra. Irma Estela Guerra:
«Dolores Amador tomó muchos elementos ambientales en sus relatos, por ejemplo, el cuento de “Dos Rivales” se desarrolla en lo que llamamos ahora el Jardín Grande una parte donde desembocaba la Acequia, que ya desapareció pero sí existió, que se llamaba El Chorro, en esa parte y en el río y viendo hacia la otra banda se desarrolla este cuento».
Su capacidad para observar los detalles de la vida simple, se ve reflejada en la mezcla lexical que utiliza, que va de las referencias eruditas al citar teóricos europeos de la pedagogía, hasta registros y expresiones informales propias de la tradición popular que hacen un guiño a la más célebre novela de la generación, Los de abajo. Gesto que le otorga un aire de coloquial, que poco se utilizaba en la época.
«Utiliza marcas lexicales, y que las resalta en cursivas, y entonces le imprimieron a sus textos todos estos vocablos, un aire coloquial, esto permite ubicar a los personajes en un grupo social, y eso pues todavía se estaba experimentando en esos años», cuenta Irma Estela Guerra.
Al igual que Azuela y otros escritores de su generación, Dolores Amador fue testigo y registro de la Revolución Mexicana, su último cuento, “La Prometida” fechado el 11 de mayo de 1919 tiene como telón de fondo el movimiento armado.
Dolores Amador, al igual que el grueso de escritores asociados al grupo del 03 se vio en la necesidad de emigrar, muy probablemente debido al movimiento armado de 1910, haciéndolo ella hacia Guadalajara, punto donde la historia de la maestra se vuelve oscura y poco se conoce del trabajo posterior al realizado en el grupo de Azuela y González León.
«Se disgregan todos, Moreno y Oviedo se va a México, Alejandro Martín del Campo se va a México, Mariano Azuela se va a México; esa “generosa generación” de 1903 que cimentó, fundó y forjó los tradicionales Juegos Florales de Lagos, la Revolución Mexicana los espantó de su casa. Lola Amador se fue a Guadalajara», cuenta el maestro Ezequiel Hernández
Dolores Amador fue maestra y escritora, pero ante todo, una observadora aguda de su tiempo, gracias a lo cual, a través de sus cuentos, nos ha legado una serie de estampas sobre la vida cotidiana y sus particularidades en Lagos de Moreno a finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX.