Por Luz Atilano
La señora María de las Mercedes Jasso Gómez continúa el oficio que su padre, conocido como don Marquitos, sostuvo por alrededor de 50 años: la venta de cacahuates tatemados en varios puntos del municipio. Tiene 43 años y desde hace 10 se encarga de este negocio que sólo podemos ver a un costado del templo de El Santuario durante cierta temporada.
«Mi papá empezó a vender el puente grande. Ahí empezó él a vender y luego lo fueron recorriendo porque ahí ya se ponía muy peligroso, entonces ya no podía venderlo ahí. Lo recorrieron y lo dejaron vender junto a La Luz, junto al templo de La Luz… y ya después mi papá pidió el permiso para ponernos a vender aquí y ya tenía él muchos años vendiendo aquí y ahora yo cada que me pongo a vender voy y aviso aquí con los que dan los permisos y ellos me dan el permiso para venderlo aquí».
Y es que, el negocio es completamente de familia y es importante preservarlo. Cuenta la señora Mercedes, desde que su papá vendía los cacahuates era su mamá quien los preparaba y quien les enseñó esta labor a sus 10 hijos; hay que decir, labor que sólo ella continúa desde la muerte de él:
«Mi mamá se lo preparaba a mi papá, mi mamá lo preparaba y mi papá salía a venderlo… y ya después mi mamá me enseñó a mí a hacerlo porque mi mamá ya no veía y no había quién se lo preparara a mi papá y entonces yo me dediqué a preparárselo. Pero en sí, toda mi familia sabe prepararlo, no soy la única que lo sabe preparar, todos mis hermanos sabemos prepararlo, todos sabemos asar el cacahuate, en qué tiempo está el cacahuate… o sea, todos sabemos hacerlo».
A pesar del paso de los años, es el mismo carrito de su padre en el que expone los cacahuates tatemados. En el tiempo que va desde finales de abril hasta principios de diciembre, únicos meses en los que se puede consumir su producto, a base del cacahuate seco que trae de Silao, Guanajuato, hasta dos veces por semana.
Aunque su venta la realiza de 11 de la mañana a aproximadamente 6 de la tarde de domingo a viernes, tatemar media arpilla de cacahuates a diario obliga una jornada más amplia, misma que inicia desde las 4 de la mañana con el proceso que ella describe:
«Se pone el comal, se va vaciando el cacahuate poco a poco para que no se quede… ni se queme y ni quede crudo… entonces se va sacando pro comaladas, uno le menea y va sacando uno poco a poco el cacahuate, el que ve que ya está porque mucho cacahuate como es chiquito, se quema… entonces tenemos que apartar el que es pequeño, el que tiene, el que sí tiene. Entonces sí, sí es laborioso hacerlo, la verdad sí es muy laborioso».
En cuando a los ingresos, la señora comparte que le va bien aunque implica varios gastos sobre todo el traer el cacahuate hasta Lagos. Y es que, su fuerte son, por supuesto, sus clientes, tanto los que frecuentaban a su padre como los que por su cuenta ha adquirido, aquellos que la buscan cada año durante las Fiestas de Agosto y el 12 de diciembre, así como aquellos que le son fieles en la cabecera y en la zona rural o incluso exportan su producto a otras ciudades del país y el extranjero.