La pacificación del país y la región se consolida a partir del régimen cardenista, pero fue una paz engañosa: surgieron los conflictos agrarios. A la par que líderes campesinos importantes, llegan también los herederos ideológicos de la Cristiada: los sinarquistas. Esto ocasionó que la reforma agraria se convirtiera en una disputa ideológica, donde muchos campesinos no se decidieron a reclamar tierras de las antiguas fincas por la deliberada presión de activistas religiosos que los presionaban incluso con argumentos teológicos para que no fraccionaran las haciendas. La violencia se hizo endémica y recurrente, y ha dejado huella duradera en los movimientos populares de esta era, que se enfrentan a intereses empresariales, una vez más.