Ciudad de México.
La plaza de toros Monumental de la Ciudad de México tiene paralizada su actividad taurina desde el pasado junio por una suspensión cautelar hasta que se celebre el juicio. En México, la postura oficial de la los estamentos taurinos defiende su valor tradicional, patriótico e incuso religioso, inclinando a la opinión pública a percibir las corridas de toros como un fenómeno social de ciertas élites conservadoras.
Esta creencia viene también dada por el escaso posicionamiento público de los aficionados progresistas. Taurinos de izquierdas de la Ciudad de México hablan con EFE sobre la prohibición y su forma de entender la tauromaquia.
En este diciembre se debería estar celebrando la llamada “Temporada Grande”, la feria taurina se celebra en de la capital del país, pero ha sido cancelada a la espera del dictamen de juez de la alcaldía Benito Juárez, localidad de la Ciudad de México donde se ubica su plaza de toros.
Los antitaurinos esgrimen habitualmente que la sociedad ha dado la espalda a esta tradición, y señalan al supuesto envejecimiento biológico e ideológico de los aficionados.
Jorge Gallegos es estudiante de historia en la UNAM, la gran universidad pública mexicana y germen de casi todas las revueltas estudiantiles del país. Tiene 28 años y acaba de ganar un premio de la Secretaría de Cultura mexicana por su tesis sobre la regencia de las corridas de toros en la Ciudad de México entre 1910 y 1911.
Para Gallegos, si la izquierda se sube al “barco del prohibicionismo” perderá la credibilidad en su intención “de defender la diversidad de la Ciudad de México”, ya que si se cierra la plaza se pierde un espacio de coexistencia de “los diferentes actores culturales”.
La “diversidad” es un elemento definitorio de la Fiesta Brava, aseguró la exmatadora de toros Silvia Fajardo.
Ahora es fisioterapeuta, profesión que combina con su labor de maestra para jóvenes toreros. Los sábados en la mañana, Fajardo instruye a futuros espadas en una hacienda de más de 600 años de antigüedad, situada apenas a 12 km del centro de la ciudad, convertida en eventos para boda, pero también, por la afición de sus propietarios, en lugar privilegiado para entrenar jóvenes promesas entre árboles centenarios.
“Los que amamos la fiesta somos diferentes”, cuenta a EFE.
Para ella una fiesta de toros es como “un carnaval” donde “desinhibidas” las personas sacan lo que llevan dentro, y afirma que “como ser humano y mujer dentro de la plaza” se siente “cómoda”.
Un ejemplo de que no solo de tradición familiar, o nacional, se nutre de aficionados la fiesta de los toros es Natalia Morlacci. Esta argentina y actriz de teatro se aficionó viviendo en Madrid.
Natalia ahora reside en México y explica cómo en una única tarde de toros podemos “participar de los 5 rituales de la Grecia clásica” y cree que si se pierde la tauromaquia perderemos el conocimiento del “misterio de la vida humana, del diálogo entre el hombre y el animal”.
Sin patrones ideológicos
La prohibición de los toros en la capital mexicana no sigue patrones ideológicos. El último intento legislativo fue promovido este mismo año en una comisión de la cámara local de diputados por parlamentarios de grupos políticos de derechas.
La pasividad y oposición del partido mayoritario, Movimiento Regeneración Nacional (Morena), y del Partido del Trabajo (PT), ambos ideológicamente situados a la izquierda, impidieron que prosperasen estas iniciativas.
Uno de los medios de comunicación de izquierdas referencia en México es Pie de página. Daniela Pastrana es su directora y reciente Premio Nacional de Periodismo en crónica narrativa por su trabajo denunciando el drama de las familias de los desaparecidos.
Pastrana se ha interesado hace poco tiempo por la tauromaquia, pero encuentra muchos parecidos entre la “intolerancia” de los antiabortistas y los antitaurinos, hasta en el tipo de fotos que hacen circular en redes.
Sobre si hay contradicción entre estar en contra de prohibir los toros y ser de izquierdas, mantiene que “no puede ser una persona de izquierdas” y defender la imposición de una forma de pensar a otra, pues “reproduce esos discursos con los que fuimos colonizados, son bárbaros".
En México existen casos de políticos de izquierdas y taurinos ocupando altos cargos, aunque es menos habitual que visibilicen públicamente su afición.
Un caso particular es el de Javier Jiménez Espriú, quien fue el primer Secretario de Comunicaciones y Transportes del Gobierno del presidente, Andrés Manuel López Obrador, hasta su renuncia en julio de 2020, cuando el presidente entregó el control de los puertos mexicanos a los militares.
Jiménez Espriú, quien dice “seguir siendo amigo de Andrés Manuel", es categórico y cree que la tauromaquia no tiene ideología, pero apunta que la política “quiere jalar agua a su molino, independientemente de las contradicciones en las que caiga” por eso ahora “es políticamente incorrecto que le gusten a uno los toros”.
Por su parte, el documentalista y profesor universitario Carlos Mendoza es hijo de un español exiliado republicano, pero su afición no la heredó, la adquirió criándose en el barrio que acoge la plaza de toros.
Para Mendoza, la ideología sí influye a la hora de ver los toros, al afirmar que aunque hay muy buenos aficionados de derechas, es mejor aficionado el de izquierdas “porque la derecha es emocional y la izquierda racional”.