Ciudad de México.
La Ciudad de México, una de las urbes más pobladas del planeta, se está quedando sin agua, pero no es un problema nuevo. Los vecinos del Pedregal de Santo Domingo llevan más de 15 años protestando por la escasez: “Imagine cómo viven sin agua nuestros niños, pues no es imaginario, es una pesadilla".
Los vecinos caminan bajo el sol con unas extraordinarias altas temperaturas para ser febrero por las calles del centro de Santo Domingo, un barrio de 100.000 habitantes en el sur de la capital mexicana.
“Hace unos 20 años nos comenzó a hacer falta el agua primero por horas, luego por dos o tres días, luego semanas, luego se llegó al tiempo de que no había, no teníamos agua por meses”, explicó a EFE un vecino, que prefirió no dar su nombre, durante un recorrido por el pueblo.
Continuó relatando que hace nueve años la falta de agua se hizo desesperante y las autoridades no les enviaban pipas (camiones con depósitos de agua), por lo que una mujer se subió sobre una de ellas hasta que sí se las llevaron.
“Ya vimos que solo haciéndole así nos hacían caso, los vecinos empezamos a juntarnos para eso”, dijo.
Así, se repartían el agua entre los vecinos y, donde había una llave pública, ahora hay un pozo que les costó años de protestas y exigencias conseguir.
“Las autoridades se dieron cuenta de nuestra labor, de cómo lo trabajamos sin ningún interés, nada más interés para la comunidad. Ahora se pueden dar cuenta de que ya tenemos el pozo. Hay lugares a donde todavía no llega el agua pero ya no estamos padeciendo como antes”, agregó junto al pozo, que inició operaciones en diciembre de 2022.
Mientras los vecinos se cubren del sol abrasador, llega Jaguar, un joven rapero de Santo Domingo que se anima a cantar para todos: “Imagine cómo viven sin agua nuestros niños, pues no es imaginario, es una pesadilla, es la realidad, la lucha sigue viva”.
El sistema Cutzmala, que suministra agua a Ciudad de México y municipios del Estados de México, está a menos del 40 % de su capacidad y expertos pronostican que el ‘Día Cero’ del suministro podría llegar en julio.
- La preocupación por el agua en la capital mexicana no es un asunto novedoso, puesto que activistas y organizaciones llevan años avisando de que el sistema de aguas es deficiente, que las grandes empresas hacen un uso desmedido de este líquido y que la emergencia climática mundial está secando las presas.
Aprender a luchar por el agua
“Mientras falte el agua o falten necesidades primordiales en Santo Domingo, vamos a estar en lucha. (...) Pero siempre el agua, el agua es vida. Hemos aprendido a ahorrarla, a reciclar, eso nosotros que sentimos esa necesidad pero que falta con el resto de la gente. ¿Realmente tienen esa cultura? yo lo dudo mucho”, dijo en entrevista con EFE María del Carmen Pelayo, una vecina de la tercera edad.
En 2016, la empresa Quiero Casa inició la construcción de tres torres de departamentos en la calle Aztecas número 215, en el pueblo de Los Reyes, muy cercano a Santo Domingo. Cuando iniciaron los trabajos alumbraron un acuífero somero que contenía millones de litros de agua que era susceptible de ser potabilizada.
Lo que hizo la empresa, indicaron entonces activistas, organizaciones y vecinos, fue colocar mangueras que sacaban el agua directamente al sistema de drenaje y no frenar la obra.
“Hay una contradicción porque las autoridades reconocen el valor ambiental de la reserva (ecológica del Pedregal, situada a pocos kilómetros y donde hay un manantial) pero en este caso fueron omisos en clausurar, la obra nunca fue suspendida”, expuso Gustavo López, quien es parte de la Asamblea General de los Pueblos, Barrios, Colonias y Pedregales de Coyoacán, y del Comité en Defensa del Agua de Santo Domingo.
A pesar de que se logró entonces parar la obra por un plantón de los vecinos, fueron desalojados por las autoridades y la obra continuó.
Ahora 377 departamentos se erigen sobre una especie de lago somero cuya agua, dadas las características de la piedra volcánica que hay en la zona, se filtraba y nutría a un acuífero profundo que a su vez abastecía a pozos de toda la ciudad.
Por Inés Amárelo