El Análisis | El empleo joven, una crisis añeja




Ocotlán, Jalisco

Uno de los golpes más fuertes de la pandemia se dio en el empleo juvenil, específicamente en el segmento del mercado laboral en el que se encuentran las personas de entre 15 y 29 años. No sólo se trata de los puestos que se perdieron sino que también hay una crisis en el proceso de recuperación: es más lenta que la recuperación general y además tiene un rostro de informalidad. Los pronósticos apuntan a que este año la tasa de desempleo de los jóvenes será del 20 por ciento en América Latina, de acuerdo a las previsiones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Cuando las economías tuvieron que paralizarse y luego ajustarse a la crisis sanitaria provocada por la pandemia de covid-19, los empleos más vulnerables fueron los de los jóvenes: se perdieron, se volvieron más precarios e informales. El mercado laboral latinoamericano tiene su lado más frágil en el segmento joven, aunque uno de los grandes potenciales para la economía se encuentre precisamente en la juventud

Si aterrizamos en el caso mexicano, cambian un poco los números pero la realidad es similar: la tasa de desocupación de los jóvenes es del 6.4 por ciento, casi el doble de la tasa nacional que es 3.5 por ciento, además de que también la informalidad en el mercado joven es superior, de acuerdo a los datos del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). Esto significa que para los jóvenes mexicanos es más complicado conseguir empleo que para el resto de la población en edad de trabajar, además de que también es más probable que cuando consigan un trabajo lo hagan en la informalidad: sin prestaciones, sin seguro y, sobre todo, sin estabilidad.

Según el análisis del IMCO, los jóvenes enfrentan problemas al ingresar al mercado laboral debido a las condiciones del trabajo, lo cual puede afectar seriamente la trayectoria profesional. Es decir, el crecimiento profesional puede verse truncado, limitado o demorado debido a que en los primeros empleos que tienen los jóvenes no encuentran condiciones para crecer, ahorrar o construir una carrera profesional. Más bien se ingenian para sobrevivir en empleos precarios en busca de la oportunidad de cambiar de puesto y conseguir algo mejor.

En general la tendencia en los mercados es de precariedad laboral: empleos inestables, fugaces, con condiciones de muchas horas de dedicación para compensaciones insuficientes; la mayoría de los puestos son informales y con futuro incierto. Se trata de un fenómeno que tiene décadas y atraviesa a todos los oficios, profesiones y ocupaciones. En los países latinoamericanos ya se ve como normal, como si así debiera ser. Y no es así.

Hay mucho por corregir en el mercado laboral y mucha inversión pendiente en los jóvenes. No se les puede exigir que mejoren la economía si los recibe un mercado laboral que los maltrata, los excluye y les deja cicatrices en su trayectoria. Es cierto que necesitamos jóvenes más preparados y con mejores ideas para reinventarlo todo, pero también hay que darles mejores oportunidades para superarse.

Por Héctor Farina