El Análisis | 8 de marzo. Aquí estamos, aquí seguimos, nunca nos fuimos.
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Ocotlán, Jalisco

Escribo esta columna con el corazón conmovido; recién regreso de la marcha feminista convocada por la Red Yo Voy 8 de marzo de la que formo parte desde sus inicios hace ya varios años. Me dirigí al lugar de encuentro con mi hija, con quien he marchado desde que era muy pequeña. Recordábamos las primeras marchas en las que en broma comentábamos que éramos diez personas y de ésas, ocho eran mis sobrinas.

Ahora es diferente, tuvimos que caminar varias cuadras antes de llegar a la glorieta de las y los desaparecidos. En el camino nos encontramos a muchas jovencitas, familias enteras que se dirigían a marchar. De pronto llegamos a la avenida Chapultepec que se nos presentó como una gran ola morada y verde. Mi hija se fue a marchar con sus amigas, con sus propias consignas y exigencias de lucha. Yo me quedé con las colectivas de las familias quienes marcharon al frente. Ellas encabezaron la marcha, con la frente muy alta, acompañadas de sus hijas e hijos desaparecidos, de sus hijas asesinadas, que nos miran desde sus fotografías que nos interpelan y reclaman Justicia.

Lulú lleva la fotografía en un cuadro de su hija Brenda, no lo suelta, no se cansa, lo muestra a toda la gente que la ve pasar. Lo mismo que la familia de Dulce, Imelda, Anahí, Mariana, Lupita, Perla, Betsabé, Carolina, Gaby, Sandra, Mónica, Chela, Blanca, Daniela y muchas más que nos miran con sus rostros sonrientes, de una época en que aún no sabían que serían asesinadas y sus sueños y esperanzas truncados.

Acudieron también a marchar por primera vez muchas mujeres que compartieron la manera en que la violencia machista les arrebató la vida a sus hijas. Así fue Irma Yolanda, quien se acercó al final de la marcha para solicitar el micrófono y compartir con todas el profundo dolor de perder a su hija a causa de la violencia feminicida. En noviembre fue asesinada por su esposo su hija Rosario quien se encontraba embarazada, el asesino sigue prófugo y ahora ella se hace cargo de su nieta de tres años de edad. En la Fiscalía del Estado no le dan información del caso ni de la búsqueda del feminicida.

También tomó el micrófono Jennifer, una jovencita que con llanto en los ojos compartió que su mamá tiene 11 años desaparecida. Tenía 23 años cuando la desaparecieron y Jennifer era solo una niñita; la Fiscalía no busca a su mamá. También habló la familia de Imelda Virgen, quienes tienen 10 años clamando justicia por el feminicidio de su hermana. Una década plagada de injusticias y de violencias institucionales ejercidas por los Tribunales patriarcales que cumplen a la perfección con el mandato de la Justicia patriarcal.

También exigió justicia la familia de Dulce, de quien se pretende archivar su caso por un supuesto suicidio, mientras el responsable sigue libre. El hijito de Dulce que no rebasa los cinco años tomó el micrófono también para reclamar Justicia para su mamá. También tomaron el micrófono la hijita y el hijito de Nayeli quien tiene ya tres años desaparecida. Con llanto y la voz quebrada dijeron que lo único que piden es que regrese su mamá.

Este año, la marcha feminista en Guadalajara acuerpó a las familias y las familias nos acuerparon a nosotras. No se puede entender la lucha feminista sin las mujeres que reciben la furia del patriarcado en sus cuerpos y en sus corazones al sufrir en carne propia el dolor de tener una hija o hijo desaparecido, al sufrir el dolor del feminicidio de su hija. No se puede entender la lucha feminista sin las madres buscadoras que con sus manos arañan la tierra para buscar y encontrar la memoria, la verdad y la justicia.

El grito unánime y permanente durante toda la marcha fue: ¡No están solas! Y en verdad, no están solas, hay toda una movilización feminista que acompaña la lucha por la justicia de todas las víctimas de la violencia machista y patriarcal.

Hoy más que nunca son tan pertinentes las palabras de Marcela Lagarde: “Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor, a un lado, atrás de una, adelante, guiando el camino, aguantando juntas. ¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas?, ¿Qué sería de las mujeres sin el amor de las mujeres?

Aquí estamos, aquí seguimos, nunca nos fuimos.

Por Guadalupe Ramos Ponce