Guadalajara, Jalisco.
En tiempos de Porfirio Díaz, México recién comenzaba sus primeros acercamientos a la cultura. La apropiación por parte del gobierno de tendencias europeas, trajeron el cine, la fotografía, el teatro y por supuesto, la música. Con eso arribaron a nuestra tierra los primeros pianos que en ese entonces se fabricaban solo en Alemania y trajeron consigo también a las primeras personas dedicadas a su mantenimiento.
Uno de estos alemanes abrió un negocio en Guadalajara para la afinación y reparación de pianos, y aquí reclutó a los primeros mexicanos que tomaran éste como oficio. Entre ellos el padre de don Mario Infante, a quien le heredó la técnica y el gusto. Don Mario, a sus 93 años de edad recuerda cómo desde los 15 se ha dedicado a los pianos.
“Yo recuerdo cuando me pasaba a afinar los pianos, me ponía yo a un lado de él y veía cómo movía la llave y me nació mucho eso de aprender el oficio de los pianos. Es muy bonito, muy bonito”.
Para poder disfrutar de la música a inicios del siglo 20, y sobre todo de un piano, se tenía que ir a las cantinas, al teatro o tener un músico en la familia. La adquisición de un instrumento como estos, aunque era costosa no era imposible, sin embargo, la llegada de avances tecnológicos y la accesibilidad a nuevos instrumentos le dio al piano un par de crisis; primero con la llegada de la radio y después del órgano, dice Ernesto Infante.
“Hay mucho lo que viene siendo el teclado que le llaman, los teclados electrónicos, pero eso no afecta tanto el piano, en sí el piano ha tenido varios tropiezos y varios altibajos, pero se ha recuperado, el piano tiene una patente que pasa de cien años y siempre ha vuelto a surgir. Actualmente la gente tiene conocimiento de que el piano es el piano, es el rey de los instrumentos y sin lugar a dudas”.
Ernesto Infante siguió a su vez el oficio de su padre; don Mario. Él forma parte de la tercera generación de técnicos en pianos y es el más interesado en compartir su conocimiento. Además de dedicarse a las reparaciones y afinaciones, busca que los jóvenes con talento musical puedan acceder fácilmente a este instrumento que no es nada barato. Un piano funcional y reconstruido puede costar entre 12 mil y 15 mil pesos, a partir de ahí hay piezas que pueden llegar hasta el millón de pesos.
El piano es el único instrumento que no es afinado por el músico. Mientras que los violines y las guitarras tienen entre cuatro y seis cuerdas, el piano cuenta con 88 notas y al menos 220 cuerdas, por lo que, si los ejecutantes son pocos, los técnicos y afinadores son escasos, indicó Ernesto Infante.
"No es algo que tú puedas ir a la escuela y titularte como técnico en pianos, aquí no existe ninguna escuela para hacer eso, sin embargo, es algo relacionado que yo he intentado enseñar a músicos o personas que simplemente tienen la curiosidad de aprender y nunca he logrado transmitir esa enseñanza. Sin embargo, con mi hijo hay veces que yo ni le explico las cosas y le digo, mira has esto así y así y lo hace rápido. Es algo que ya se trae como hereditario eso".
Y así llega a esta historia Juan Antonio Infante, hijo de Ernesto y cuarta generación en el oficio. Él estudió una ingeniería y se dedicó por poco tiempo a ejercerla, ya que los pianos, además de llamarle más la atención, considera que forman parte de un compromiso social y cultural.
"También en parte fue lo que me hizo dedicarme a esto, toda la historia del piano y todo lo que implica su fabricación fue lo que me hizo interesarme mucho en ello y pues aparte de eso lo que implica culturalmente, el que también la música está un poco dejada a un lado, también es lo que me impulsa a seguir con el oficio y la tradición”.
Los Infante tienen su taller en la calle Penitenciaría 339 entre las calles de Miguel Blanco y Libertad en la colonia Americana, en Guadalajara. Para ellos, es igual de importante tanto el oficio como lo que representa para la tradición familiar.
"Yo seguí el oficio de mi padre y pues es un placer muy grande ver que mis hijos casi todos se dedican al piano y ahora los nietos, y a lo mejor bisnietos y ahí va la generación. El oficio del piano no cualquiera sirve para esto, porque se necesita mucha paciencia, dedicación, esmero y honestidad. Es un placer muy grande que me voy a morir y sigue la generación Infante en los pianos”, concluye Mario Infante.
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