Belén, Territorios Palestinos
En la plaza del Pesebre de Belén, los árboles de Navidad, las luces y los peregrinos brillan por su ausencia. Por segundo año consecutivo no hay ambiente de fiesta en la ciudad palestina debido a la guerra de Gaza y a las restricciones de circulación que el ejército israelí impone en Cisjordania ocupada.
La iglesia de la Natividad que domina la plaza está tan vacía como el exterior. Solo se escuchan los cánticos de unos monjes armenios que resuenan desde la cripta donde los cristianos creen que nació Jesús.
"Normalmente en estos días encontrarías 3.000 o 4.000 personas dentro de la iglesia"
- Afirma Mohamed Sabeh, un guardia de seguridad del templo.
La violencia en Cisjordania se incrementó desde el estallido de la guerra en Gaza entre Israel y Hamás el 7 de octubre del año pasado. Belén ha quedado relativamente al margen de las hostilidades, pero igualmente sufre sus consecuencias.
Los turistas extranjeros, de los que depende en gran medida la economía de esta ciudad ahora mayoritariamente musulmana, han dejado de acudir. Además, el aumento en las restricciones de movimiento también aleja a los visitantes palestinos.
"Los cristianos de Ramala no pueden venir porque hay controles" de seguridad que provocan atascos kilométricos
Dijo Sabeh, quien denuncia que los soldados israelíes los "tratan muy mal".
Anton Salman, el alcalde de Belén, afirma que además de los controles preexistentes, el ejército israelí ha instalado nuevas barricadas alrededor de la ciudad, creando "un obstáculo" para los potenciales visitantes.
"Puede que una parte de ellos consigan llegar, y otra parte deberán enfrentarse a los controles que Israel pone a nuestro alrededor", lamenta Salman.
- No es una Navidad normal -
La sombría atmósfera creada por la guerra en Gaza, que estalló con el ataque sin precedentes de Hamás contra Israel, convertiría las celebraciones en una muestra de insensibilidad, considera el alcalde.
"Queremos enseñar al mundo que Belén no está teniendo una Navidad normal", afirma.
Se mantendrán las plegarias y la visita del patriarcado latino de Jerusalén, pero el programa se ceñirá a los eventos religiosos, lejos de las festivas celebraciones de antes.
No habrá desfile de carrozas, ni marchas, ni grandes congregaciones en la calle.
"Belén es especial en Navidad. Es tan especial en Tierra Santa. Jesús nació aquí"
Afirma Suad Handal, un guía turístico de 55 años de la ciudad. "Es horrible porque la economía de Belén depende del turismo".
Joseph Giacaman, propietario de una de las tiendas mejor colocadas de Belén en la plaza del Pesebre, dice que ahora solo abre una o dos veces a la semana para "limpiar" ante la falta de clientes.
"Muchas familias perdieron sus negocios porque no hay turistas"
- Dice Aboud, un comerciante de souvenirs que no quiere dar su apellido.
De forma similar, en la Ciudad Vieja de Jerusalén, a solo 8 kilómetros pero al otro lado del muro de separación levantado por Israel, el barrio cristiano tampoco ha colocado las habituales decoraciones navideñas.
- Éxodo -
La restricción de la seguridad alrededor de Belén desde el inicio de la guerra, combinado a las dificultades económicas, ha llevado a muchos residentes a dejar la ciudad.
"Cuando no puedes satisfacer las necesidades de tu hijo, no puedes dejar de pensar en cómo satisfacerlas", afirma el alcalde.
Por ello, "mucha gente, durante el último año, ha abandonado la ciudad", afirma.
Según sus estimaciones, unas 470 familias cristianas han emigrado, aunque el fenómeno no se limita a esta comunidad, que en 2017 representaba el 11% de sus 215.000 habitantes.
El padre Frederic Masson, un cura sirio de la parroquia de Belén, afirma que cristianos y no cristianos han ido marchándose de Belén desde hace mucho tiempo, pero "los acontecimientos recientes han acelerado y amplificado el proceso".
Especialmente "gente joven que no puede proyectar su futuro" son quienes protagonizan el éxodo, dice Masson. "Cuanto tu futuro lo confisca el poder político (...) la esperanza muere".
Fayrouz Aboud, directora de la Alianza Francesa de Belén un instituto cultura que ofrece cursos de idiomas, afirma que en estos tiempos:
"la esperanza es más dolorosa que la desesperación".
Con cada vez más políticos israelíes hablando de una anexión de Cisjordania, mucha gente acude a ella a aprender francés para poder vivir en el extranjero.
Incluso su hijo de 30 años le ha planteado la idea: "Vamos, vayámonos de este sitio, los israelíes vendrán. Nos matarán", le dijo.
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