
Kabul.
En Afganistán el tiempo se detuvo hace tres años para millones de afganas, coincidiendo con la llegada de los talibanes al poder.
En todo caso, si hubo cambios, fue un retroceso de varias décadas por el declive de los derechos de las mujeres, que como cada año desde entonces observan el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, como un día más en el que siguen siendo invisibles.
"Durante los últimos tres años y siete meses de Gobierno talibán en Afganistán, las mujeres han sido despojadas de sus derechos a la educación, el empleo y la libertad a través de casi 90 decretos".
Protestó esta semana en redes un grupo afganas, perteneciente al Movimiento de Mujeres por la Paz y la Libertad, con motivo del inminente Día Internacional de la Mujer.
Lo hicieron, como ya es habitual en este tipo de actos de reivindicación, con sus caras tapadas, para evitar represalias por parte del régimen fundamentalista, que dicen que les ha arrebatado sus derechos más básicos.
Durante el Gobierno de la República (2004-2021), que cayó con la llegada de los talibanes al poder, era común que el 8M fuera celebrado con eventos en algunas provincias afganas, especialmente en las ciudades, donde la influencia de los fundamentalistas era menor que en las zonas rurales.
La ex primera dama, Rula Ghani, esposa del presidente afgano en el momento de la caída de Kabul, Ashraf Ghani, participaba en algunos de estos actos, que no estaban mal vistos por las autoridades, algo impensable hoy en día.
Pero con el ascenso de los talibanes en agosto de 2021, la situación de las afganas cambió por completo y comenzó a aproximarse cada vez más a lo que muchas de ellas, sus madres o sus abuelas, vivieron durante el primer régimen de los talibanes (1996-2001), cuando fueron recluidas al ámbito del hogar.
"Las mujeres afganas se enfrentan a un futuro oscuro e incierto. Es posible que la próxima generación ni siquiera sepa qué significa ser mujer, qué son sus derechos o qué es la educación", dijo a EFE la activista afgana, Mina Rafiq.
El goteo de restricciones ha sido constante desde que los fundamentalistas se hicieron de nuevo con el control de Kabul.
Algunas de las primeras, como la obligación de usar burka en lugares públicos o su exclusión de la enseñanza secundaria y universitaria, fueron apenas una toma de contacto de lo que estaba por venir.
"Toda persona necesita una vida y derechos fundamentales, pero las mujeres afganas se han visto despojadas de estos derechos básicos. Se las ha excluido del Gobierno y su participación en las actividades económicas ha disminuido significativamente", dijo la activista Zarlashta Mayar.
A estas prohibiciones les siguieron otras como la segregación de los parques públicos por sexos, el veto a trabajar en ONG, a salir de sus casas sin estar acompañadas por un tutor varón o a formarse como matronas -algo que amenaza con dejar a las mujeres sin atención básica-.
Y aunque todas ellas atrajeron la condena de la mayor parte de la comunidad internacional, fue una de las más recientes, la que les obliga desde el pasado agosto a guardar silencio en público, la que enfrentó más críticas desde el exterior.
- Todo esto ha cortado veinte años de avances, lentos pero constantes, y no solo sigue siendo una pesada losa para el ansiado reconocimiento internacional al que los talibanes aspiran, sino que también es fruto de debate en el seno talibán, con posturas enfrentadas sobre, por ejemplo, el veto a la educación femenina.
"Los derechos de las mujeres afganas se limitan ahora a apenas comer, beber y respirar en un espacio sofocante", sentenció Rafiq.
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