Por Tatiana Sánchez
Reseña biográfica
Carlos González Peña nació el 7 de julio de 1885 en Lagos de Moreno, sus estudios iniciales los realizó en el Liceo del Padre Guerra y desde joven se trasladó junto con su familia a la ciudad de Guadalajara, con miras de ampliar su horizonte y perspectiva. Ahí estudió en el Liceo de la Capital Jalisciense. Luego de la muerte de su padre, en compañía de su madre se convirtió en el sostén económico de sus hermanos pequeños. En el año de 1902 cambió su domicilio a la Ciudad de México, donde llevó a cabo su carrera periodística y literaria.
En 1909, instalado en la Ciudad de México comenzó a relacionarse con grandes escritores, lo que le permitió formar parte del Ateneo de la Juventud, junto a autores de la talla de Alfonso Reyes, Antonio Caso y José Vasconcelos. Además de escritor, fomentó la vida literaria en Lagos, según comparte la cronista y docente investigadora del Centro universitario de los Lagos, Irma Guerra Márquez:
“Fue mantenedor de los Juegos Florales en dos ocasiones y el 7 de agosto de 1943 un grupo de laguenses avecindados en la Ciudad de México organizó un homenaje en su honor en el Teatro José Rosas Moreno. Fue el primer escritor que recibió el premio nacional de literatura ´Manuel Ávila Camacho. Carlos González Peña escribió la primera Historia de la literatura mexicana, que hasta la fecha no ha sido superada, no se ha escrito otra igual, fue una propuesta muy novedosa, fue crítico musical porque su familia estaba muy relacionada con el mundo de la música. Su vínculo con Lagos fue evidente siempre. Murió en la Ciudad de México en 1955”.
Obras
Cuatro son las obras que destacan los biógrafos de Carlos González Peña, escritas entre 1905y 1920.
En 1905 aparecieron sus primeras obras, una novela titulada De noche y su única pieza de teatro publicada El huerto. Luego, en 1909, a los 21 años, escribió la novela La Chiquilla, y diez años después salió a la luz La fuga de la quimera. El doctor en Historia, Roberto Castelán Rueda, comparte su lectura de la obra de González Peña:
“Es uno de los innovadores en cuanto a que su literatura se basa en describir la sociedad mexicana moderna. Me parece un autor muy interesante. […] En La chiquilla, describe lo que vendrían a ser después las vecindades de la Ciudad de México, empieza a surgir también un tipo de sociedad que se va construyendo de acuerdo a sus personajes. Carlos González Peña es hasta cierto punto un moralista, trata las virtudes que él piensa que son buenas como tal, de exaltarlas, (por ejemplo) la persona honrada aunque sea pobre que trabaja, y pues los defectos, los que él no encontraría como virtudes, los hace muy evidentes, (por ejemplo) el muchacho flojonazo que se levanta tarde, que seduce a la muchacha, la muchacha ingenua…, pero esos personajes él los marca mucho”.
Gran parte de su obra hace referencia al Lagos de Moreno de su época. En su ensayo “El sueño de la provincia”, describe la manera en que disfruta del descanso que le brinda la provincia al recibirlo en vacaciones, permitiéndole olvidar por algunos días los quehaceres de la urbe:
“´Oh hermosa ciudad mía, como bella ciudad mía, como quisiera revivirte, y me quedo envuelto en el sueño de la provincia´… entonces, como que ellos quisieran quedarse aquí porque aquí son felices, todos, y les encanta disfrutar todo lo que ofrece Lagos, pero los jala la Ciudad de México, los jala la modernidad, los jala la dinámica de la vida de ese tiempo, y no quieren quedarse aquí como muertos, entonces están como divididos”, comenta Irma Guerra.
En 1949, en el texto “Gentes y paisajes de Jalisco”, Alfonso de Alba dedica unos párrafos a Carlos González Peña, en especial a su ensayo “El patio bajo la luna”, describiéndolo de la siguiente manera:
“Es el álbum íntimo que consagra a Santa María de los Lagos, la austera ciudad antigua, luminosa y musical, cabe el recuerdo de su niñez y juventud y lo hasta ahora trascurrido de la madurez. Con ´esa reverencia, esa ternura emocionada, que en mí siempre suscitó el lugar inolvidable. Por las páginas del patio bajo la luna desfilan sombras de poetas y prez del terruño. Se recogen notas sobre la poesía, serena, de otoñal melancolía, allí aparecen talladas con veneración y cariño´. A nuestro entender el mayor mérito del libro estriba en que Lagos es Lagos. Al dar vuelta a la primera página empezamos a caminar por las melancólicas callejas de nuestra ciudad, a saludar tipos y gentes de amical fisonomía, a regocijarnos con su presencia, a contemplar los horizontes y contornos que nos son familiares y, por encima de los cuales, se eleva un cielo despejado e intensamente azul...También oímos campanas ‘unas musicales campanas dialogan’. Su son retiño se expande, melódico y misterioso: voces de indecible ternura en coloquios alados…”.
Y así continua Alfonso de Alba conversando sobre la obra del gran escritor laguense Carlos González Peña, expresando que “El Patio bajo la luna” es un homenaje de madura solidez artística, rendida a la ciudad jalisciense llamada por el ilustre escritor “Capital del espíritu provinciano”.