El Parque Nacional de Bogotá oculta la realidad de indígenas desplazados por la violencia
EFE/ Carlos Ortega




Bogotá, Colombia. 

Cada mañana desde hace casi tres meses el céntrico Parque Nacional Enrique Olaya Herrera de Bogotá amanece con un centenar de niños indígenas que deambulan y juegan por los pasillos formados entre las carpas de plástico en las que duermen más de 400 indígenas emberas.

Son desplazados de sus comunidades de origen por la violencia y se asentaron en el céntrico parque de la capital colombiana por primera vez en septiembre de 2021 hasta que nueve meses después fueron reubicados a las afueras de la ciudad.

  • Pero ante la desidia y una falta de condiciones de habitabilidad del refugio donde les trasladaron han decidido volver a acampar en el centro de Bogotá, entre los árboles del Parque Nacional.

Hay casi 130 niños en el asentamiento, muchos de ellos ni siquiera llegan a los cinco años de edad, que caminan desatendidos, descalzos, y sin la suficiente protección contra el frío matutino de Bogotá.

Las nubes de humo de las hogueras que usan para cocinar se funden entre las copas de los árboles mientras algunas de las madres de las 137 familias que allí conviven preparan el desayuno.

Otras llevan a los menores al cauce de la corriente de agua que atraviesa el parque para asearse y lavar la ropa, que posteriormente dejan secando sobre el césped o colgada en cuerdas improvisadas entre árboles.