El Análisis | Liderazgo con potencia




Ocotlán, Jalisco

Existen lecciones imperdibles del maestro Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716), filósofo, lógico, matemático y jurista alemán, en su obra “Nuevos ensayos sobre el conocimiento humano”.  En ella realiza un profundo análisis de la vida y eso sucede a través del diálogo entre Teófilo y Filaleles.

La existencia se materializa en cada momento, por lo tanto aquello que era una probabilidad se concreta en la acción que se vive. Somos potencia y somos testimonios de que ellas pueden ser vividas. Las virtudes están, sólo piden ser exteriorizadas. Hay que atreverse a disfrutarlas, a transmitirlas, a compartirlas con las otras personas. La fuerza de la potencia es inmensa cuando se manifiestan las ganas de ponerla a disposición de los demás. 

En aquella extensa conversación entre los protagonistas de la obra de Leibniz, decía Teófilo: “Si la potencia se corresponde con el vocablo latino potentia, se opone al acto, y el paso de la potencia al acto se llama cambio”. Entonces en la experiencia del ahora somos puro cambio, nos transformamos en el andar. La potentia transformadora es innata en la vida de las personas. Hay que animarse a vivenciar el instante como un proceso de cambio continuo. Esa potencia es cambio cuando se realiza un acto. Así, por ejemplo, un diálogo transforma una relación o un ambiente o una circunstancia. En todo quehacer hay movimiento y modificación. 

La sociedad es potentia permanente. El devenir de los cambios es inminente, una y otra vez. La potencia edificante se traduce en actos simples y constructivos de cada ciudadano. El grado de potencialidad de la misma está directamente relacionado con el de sus habitantes. 

Toda potencia interior necesita ser conocida, comprendida y valorada. El otro interlocutor en el libro citado de Leibniz es Filaleles y en una de sus tantas intervenciones decía que “Se aprecia a veces en los razonamientos de las personas algo extraño, a lo cual todo el mundo está sujeto. No es sólo testarudez o amor propio; pues frecuentemente caen en ese defecto personas de gran corazón. Tampoco es suficiente atribuirlo a la educación o a los prejuicios. Las inclinaciones y los intereses también intervienen”. 

Una potencia puede llegar a no existir nunca. Razonar para construir puede ser una manera de evitar que eso suceda. La testarudez y el amor propio expresados por Filaleles no permiten vivir las potencias interiores y pueden ser obstáculos para que otros puedan vivir sus potencias. No se puede seguir haciendo algo de una forma que no está bien, dada las circunstancias y la historia práctica que lo avalan como tal, y de igual manera continuar impidiendo el acto que motive el cambio. La potencia no vivida en su tiempo deja de ser potencia para pasar a ser impotencia. 

No hay gran corazón que resista la inoperancia o la injusticia. En la historia de las letras hay tanta enseñanza del presente que, como en el caso de Leibniz, parece estar entre nosotros. Cuando los intereses hacen perder la razón impiden el despertar de las auténticas potencias. El razonamiento necesita lucidez y por sobre todo reflexión durante el hacer. 

Filaletes también dijo “Nuestro conocimiento no sobrepasa a nuestras ideas ni tampoco a la percepción de su adecuación o inadecuación”.  Habrá cambios conforme a las potencias ideadas. Habrá si existe conocimiento de las mismas. Habrá si los intereses priorizan el desarrollo de las potencias en los niños que hoy ingresan a la escuela. Habrá cambios se la maravillosa potencia lectora de una niña se fomenta y si se estimula su encanto por la misma. Habrá cambios si las potencias de los adolescentes no se perturban con tendencias que sólo apuntan a difundir que hay que realizar el menor esfuerzo posible para lograr algo. Habrá cambios cuando los jóvenes puedan aprender a utilizar sus potencias accediendo a trabajos compatibles con las mismas. El conocimiento no sobrepasa a nuestras ideas, decía Felaletes. ¡El poder de las ideas es inconmensurable!