Ocotlán, Jalisco
En ellas vive el ser. La utilización de las mismas representa la vida. Cuidarlas es cuidarse. Quererlas es quererse. En cada uno habitan como compañeras, son esenciales para vivir. Aunque sobre todo, para convivir.
Estamos llamados a cuidarnos y de esa manera cuidar al prójimo. Intencionalmente debemos reiterarnos el mensaje y las palabras que lo indican y lo sostienen: Hay que cuidarse y así asumir el desafío de contribuir con el bienestar del otro. Si me cuido, aporto lo mío al sistema social en el que habito.
Las palabras se viven. Ahora requieren de cada uno, y piden compromiso personal y responsabilidad social. En cada palabra hay una notable oportunidad para decir y hacer lo que se pregona.
Las palabras son poderosas. Hay que conocerlas, sentirlas, comprenderlas y compartirlas. Repercuten en las emociones y pueden producir notables comportamientos. Donde hay dolor pueden llevar alivio, donde hay angustias pueden levantar el ánimo, donde se necesita un consuelo pueden llevarlo, como también donde hay entusiasmo pueden esmerarse en mantenerlo.
Las palabras son sociales y se realizan al relacionarse con los demás. En la comunidad las mismas son vitales. En cada ciudadano se materializa la vida de las palabras. Y a través de ellos repercuten en lo colectivo. Su alcance trasciende geografías y los movimientos que ocasiona repercuten en todas partes.
Por Marcelo Pedroza
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