Ocotlán, Jalisco
Mientras los países europeos se encuentran a un paso de que de sus economías se recuperen a los niveles previos de la pandemia, tanto Estados Unidos como México enfrentan una desaceleración: el ritmo con el que se recuperan ha disminuido, y en el caso mexicano con una caída de 0.2 por ciento en el tercer trimestre con relación al trimestre anterior. La pandemia no se ha ido: la incertidumbre, la ola de contagios y los coletazos a la economía siguen siendo un obstáculo y un freno para una recuperación plena. El comercio, el turismo, el entretenimiento y muchas otras actividades se encuentran en entredicho, con recuperaciones parciales y amenazas constantes.
Como sabemos, la caída de la economía mexicana fue la más importante en los últimos 90 años. Y trajo consigo un incremento de la pobreza, la pérdida de empleos y una mayor precarización de las condiciones laborales para muchos trabajadores. Hay un proceso de recuperación que este año cerrará con un repunte de 6 por ciento -según los pronósticos-, aunque el freno que se dio en el tercer trimestre puso a los analistas a repensar el escenario, sobre todo porque la economía estadounidense también está frenando su ímpetu. Pero en el interior de estos grandes números que avanzan y retroceden matizados por la pandemia, la satisfacción de vida de las personas es la que acusa el impacto.
Debido a la pandemia, el 15 por ciento de los mexicanos ha tenido sentimientos más negativos que positivos en 2020, así como se percibe un deterioro en la satisfacción de vida, según el informe “¿Cómo va la vida en América Latina?”, realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Una de las advertencias del organismo es que en América Latina se podrían perder muchos de los logros que se han tenido en materia de bienestar, sobre todo debido al incremento de la pobreza y la desigualdad.
La cuestión es que antes de la pandemia ya había una situación de insatisfacción en una buena parte de la población que vivía en condiciones de pobreza. Con la pandemia se profundizaron la pobreza y la desigualdad. Y con la recuperación ocurren varias cosas: va por buen rumbo pero será insuficiente este año; es importante en cuanto a crecimiento pero no en cuanto a distribución; está cerca de recuperar los empleos perdidos en pandemia pero sólo en cantidad, la calidad ha disminuido; y sobre todo es una recuperación similar al escenario en el que se desarrolla: desigual. Los que más tienen se recuperan más rápido y los que se encuentran en pobreza tardarán mucho más.
No debe extrañarnos que en economías desiguales como las latinoamericanas haya un incremento de la insatisfacción ante los grandes números que no alcanzan a llegar a los sectores que más lo necesitan. La crisis sanitaria y la crisis económica tienen un rostro humano, demasiado humano. Y para atenderlas hay que priorizar lo social, lo que da satisfacción a la gente, lo que mejora su calidad de vida. Más que mirar el indicador hay que pensar en cómo dispersar beneficios para lograr la satisfacción de vida de la gente.
Por Héctor Farina Ojeda
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