El Análisis | Crisis y cambios acelerados
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Ocotlán, Jalisco

La crisis desatada por la pandemia de Covid-19 o coronavirus exhibió en forma cruda muchos de los graves problemas sociales que enfrentamos, así como aceleró diversos procesos de cambio que nos obligan a actualizarnos en forma urgente. Ante la necesidad apresurada de invertir para enfrentar el virus así como para apoyar a los sectores vulnerables afectados en su economía y su salud, se profundizó el malestar por la desigualdad, por los privilegios exagerados de algunos pocos sectores en detrimento de mayorías empobrecidas, que viven en condiciones precarias y se encuentran prácticamente indefensas ante cualquier epidemia.

En distintos países de América Latina se levantaron voces de protesta contra los privilegiados: se exige que donen o renuncien a sus salarios y sus privilegios. El pedido de que la gente se quede en casa para evitar contagios masivos chocó contra una población empobrecida que no tiene condiciones para dejar de trabajar porque vive de sus ingresos diarios, así como mostró el privilegio de sectores políticos y empresariales que amasan fortunas y pueden tomar el aislamiento social desde la comodidad de la abundancia. Se atizó el malestar de la desigualdad, el mismo que ya había cimbrado Chile y Colombia hace algunos meses.

La pandemia también detonó la enorme necesidad de involucrarnos más en los presupuestos y ser más exigentes con la calidad del gasto público. Ante la urgencia de enfrentar un virus, quedó de manifiesto que se invierte muy poco en ciencia y tecnología, por lo que si queremos estar preparados para la siguiente contingencia debemos invertir mucho más que el mísero 0.5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). También hay que fortalecer la inversión en prevención de epidemias, en los sistemas de salud y los recursos humanos del sector.

En el campo laboral, la crisis por la pandemia aceleró la necesidad de migrar hacia el mundo digital no sólo en cuanto a usar internet sino a formar a la gente en el teletrabajo, educación virtual, comercio en línea, minería de datos, uso de herramientas tecnológicas y cultura digital. El llamado urgente a trabajar en casa, a estudiar en casa, a comprar desde una aplicación para no salir y mantener el aislamiento social, así como la necesidad de informarnos en tiempo real desde sitios oficiales y confiables, representa una aceleración de un cambio profundo que ya empezamos hace bastante: nos mudamos en forma urgente al mundo digital, a la economía del conocimiento, a la producción basada en tecnología aplicada.

El trabajo, la educación, el comercio, la salud… todo se aceleró mediante la tecnología, por lo que también debemos apuntalar el desarrollo y el manejo de la inteligencia artificial para ajustarnos a las exigencias de un mundo en crisis y en cambio. Si no corregimos estas situaciones que se agudizaron por la pandemia, el riesgo que corremos es enorme: profundizar la desigualdad y condenar a millones de seres humanos al atraso, a la precariedad y la marginalidad. Estamos ante un profundo cambio que puede ayudarnos a mejorar el escenario o a empeorarlo.

Por Héctor Claudio Farina